martes, 30 de octubre de 2012




EL DESENCANTO 
(1976)

Michi Panero


"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
Wendy se levantó: él lanzó un grito de dolor
James Matthew Barrie, Peter Pan.



 
Pero conoceremos otras primaveras, cruzarán el cielo otros nombres -Jane, Margaret-. El desvío en la ruta, la visita a la Isla-Que-No-Existe, está previsto en el itinerario. Cruzarán el cielo otros nombres hasta ser llamados, uno tras otro, por la voz de la señora Darling (el barco pirata naufraga, Campanilla cae al suelo sin un grito, los Niños Extraviados vuelven el rostro a sus esposas o toman sus carteras de piel bajo el brazo, Billy el Tatuado saluda cortésmente, el señor Darling invita a todos ellos a tomar el té a las cinco). Las pieles de animales, el polvo mágico que necesitaba de la complicidad de un pensamiento, es puesto tras de la pizarra, en una habitación para ellos destinada en el n° 14 de una calle de Londres, en una habitación cuya luz ahora nadie enciende. Usted lleva razón, señor Darling, Peter Pan no existe, pero sí Wendy, Jane, Margaret y los Niños Extraviados. No hay nada detrás del espejo, tranquilícese, señor Darling, todo estaba previsto, todos ellos acudirán puntualmente a las cinco, nadie faltará a la mesa. Campanilla necesita a Wendy, las Sirenas a Jane, los Piratas a Margaret. Peter Pan no existe. «Peter Pan, ¿no lo sabías? Mi nombre es Wendy Darling». El río dejó hace tiempo la verde llanura, pero sigue su curso. Conocer el Sur, las Islas, nos ayudará, nos servirá de algo al fin y al cabo, durante el resto de la semana. Wendy, Wendy Darling. Deje ya de retorcerse el bigote, señor Darling, Peter Pan no es más que un nombre, un nombre más para pronunciar a solas, con voz queda, en la habitación a oscuras. Deje ya de retorcerse el bigote, todo quedará en unas lágrimas, en un sollozo apagado por la noche: todo está en orden, tranquilícese, señor Darling.

  Unas palabras para Peter Pan, de Leopoldo María Panero, 
perteneciente a su libro Así nació Carnaby Street (1970)


PALABRAS DE MICHI PANERO




lunes, 22 de octubre de 2012



THE RETURN
(2003)

Andrey Zvyagintsev





La probabilidad de supervivencia aumenta en cuanto tus recuerdos son felices, en cuanto tus recuerdos no sucedieron. La realidad invade de tristeza el corazón, pues está plagada de sacrificios y querencias que tranforman a cualquiera en un esclavo de los sentimientos. Cuando se intenta recordar un suceso acontecido, se olvida lo terrible del asunto y a la vez, lo hermoso. Tal vez, queda algo siempre, una sensación de las cosas que se intenta transformar en recuerdo, pero que sólo se hace material a partir de las fotografías, de esas momias que sonríen con nuestra cara. ¿dónde ha quedado esa gente? ¿qué ha sido de ella? La felicidad es una pequeña molécula dentro del enorme trasunto de la vida, pero cuando fragmentamos nuestra percepción, podemos congelar un gesto que puede llegar a simbolizar el significado del pasado.
Hay que darse cuenta de que hemos sentido cosas, cosas fuertes y ya no nos acordamos, no nos acordamos de nosotros mismos la mayoría de las veces y la totalidad de la existencia se reduce a completar el espacio inexistente que se abre entre una fotografía y otra, en ese intervalo que ya no podemos completar más que reconstruyendo nuestro rastro, intentando imaginar quiénes éramos cuando sonreíamos así y en qué nos hemos transformado, en si hemos sido dignos de ese bello gesto del pasado que nos sonreía con buenos deseos y más futuro, un futuro que creíamos inmenso y que ahora se va cerrando como una boca somnolienta.
Tal vez, la realidad funciona de esa manera, como un estado en potencia para que las cosas nazcan dentro de nosotros. Pensadolo así, todo es más bello, más hermoso; un mágico salvoconducto para el corazón. Por el contrario, si realmente pudiéramos regresar al pasado, nuestra probabilidad de supervivencia disminuiría en gran medida, al revivir nuestros errores, nuestros aciertos, nuestra estúpida inocencia rodeada de pérdidas y fracasos de los que ya no sabíamos nada y entoces la realidad del pasado aplastaría nuestra imaginación hasta dejarnos sin identidad.

jueves, 18 de octubre de 2012




EL ESPÍRITU DE LA COLMENA 
(1973) 

Víctor Erice



Veo tras la ventana el mundo que deseo vivir y eso es suficiente para mí que deambulo por las noches imaginándome los sueños. No me pidas que te entienda cuando te hablo de mi amor a los fantasmas, de hablar con lo invisible para aprender a desaparecer. Soy algo diminuto que se escapa en las noches con fuego en los ojos, soy algo que calla porque ha besado un secreto. Soy algo que mira para reconocerse más allá de la oscuridad, a través del cuento de la vida que canta el río. Me miro y veo lo más diminuto del universo, lo más hermoso palpitando ahí fuera, pero no puedo decir qué es ni qué soy, sólo intento esta aventura montada en el misterio, montada en la insignificacia de la ilusión que me cabalga sin miedo, delante, sin dejarme pensar en otra cosa. Veo los árboles, la noche, el viento; puedo verlo todo en esa llanura, si me acerco, si le prometo que la visitaré siempre para acariciarla. Cuánto amor pierda, cuánto amor me deje, nada importa, si puedo volver de nuevo, al lugar donde una vez te conocí.






sábado, 6 de octubre de 2012






M (1931)
FRITZ LANG





                                                      [...] M es el todo del cual el espacio 
y el tiempo son meros adjetivos; 
es un todo no meramente analizable en simples realidades, 
aunque en cierto sentido pueda haber centros de condensación, 
como en el mundo del espíritu.
 B.R.









                                             http://www.youtube.com/watch?v=x4GyGpw-3qk






FAT CITY 
(1972) 

John Houston





[...] es muy difícil encontrar a alguien que te quiera por lo que eres. 
Luego, desaparece y es imposible encontrarlo de nuevo.


Imagínate vivir en un mundo donde estás solo, tú, perdido para siempre en ese mundo donde nadie te echará de menos, un mundo donde no pasa ni pasará nada. Imagínate vivir en un mundo en el que te quedas K.O al instante, sin saber muy bien quién eres y qué demonios haces aquí. Imagínate un mundo donde abrazar a la tristeza es la única salvación, un mundo donde la juventud se ha perdido o se ha quedado ebria repitiendo días iguales que quieren pelearse entre sí. Imagínate un mundo donde, al ganar un combate, siempre crees que has perdido y estás tan triste que acabas echando de menos al fracaso,
darle un beso, dormir con él.
Bienvenido a Fat City.