THE LADY VANISHES, 1948 /
THE 39 STEPS, 1938 /
ROPE, 1935 /
Alfred Hitchcock
Decía Hitchcock que en
la mayoría de los films hay muy poco cine y puede ser que por esta razón
soliera llenar los suyos del máximo cine posible. No siempre lo conseguía, pero
intentaba que hubiera, al menos, un poco en cada una de sus obras.
Las películas del director
inglés son canales a través de los que discurre el cine, vasos comunicantes por
donde van corriendo -secretamente- imágenes repetidas, volcadas de una a otra.
Si creáramos una ecuación con la forma del cine hitchcockiano habría que
elevarla a n, siendo n el numero de veces que se repetiría
sobre sí misma, sobre sus elementos mas básicos, disimulados en la cotidianidad.
A pesar de todo lo que se
ha escrito sobre su cine, su obra ha sido muy
mal vista y me refiero a que no se ha entendido su naturaleza mágica y
absurda, la que ha logrado que hoy sus filmes, sean modernos para siempre (y no
el suspense, ni el misterio, ni la intriga).
Sus aventuras se retroalimentan
en una especie de mundo posible donde
las cosas aparecen para revelarnos las intenciones ocultas de los
acontecimientos; una soga, una secta secreta, una pareja de desconocidos, un
tren, un asesinato, un cajón mágico, un mago, una escalera, una persecución.
Siempre parece que hay algo que resolver en un peculiar puzzle que guarda otras
sorpresas, que vive a partir de un ritmo propio, que respira sin tiempo y que
va contagiando a cada una de sus obras, como si todas las películas de
Hitchcock fueran episodios de un mundo cerrado con leyes innatas que sólo son posibles
allí, en esa caja rusa sin límite.
La acción que aparece en
sus películas es de naturaleza mental, o sea, no es explícita y pasa por la
imaginación – simultáneamente- de sus protagonistas y sus espectadores. Todo lo
que Hitchcock muestra, es un motivo para imaginar, una oportunidad de relato,
de sentimiento; una puerta abierta a la emoción.
Por ejemplo, en The
Lady Vanishes, existe una escena en la que un mago desaparece en un baúl
idéntico al que aparece una década después en The rope y en esta
película -evidentemente- aparece una soga -que finalmente es la clave-, una
soga que ya aparece en The Lady Vanishes
y con la que, la pareja protagonista, intenta acabar con el mago del baúl, a
quien, por otro lado, intentan doblegar a la vez, al igual que ocurre en la
famosa secuencia de Torn Curtain (1966).
Las canalizaciones son
constantes, como si toda su obra fuera un juego sin término donde todo se
transforma y cambia de sitio para mezclarse y convertirse en el siguiente
cuento, en la siguiente ficción; una ficción elevada al infinito.
Su pecado siempre fue el
publico, su vicio fue el cine. Hitchcock se preguntaba constantemente, ¿esto
podrá ser una película?, y después reflexionaba, ¿aquí puedo meter algo de
cine?
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