lunes, 22 de octubre de 2012



THE RETURN
(2003)

Andrey Zvyagintsev





La probabilidad de supervivencia aumenta en cuanto tus recuerdos son felices, en cuanto tus recuerdos no sucedieron. La realidad invade de tristeza el corazón, pues está plagada de sacrificios y querencias que tranforman a cualquiera en un esclavo de los sentimientos. Cuando se intenta recordar un suceso acontecido, se olvida lo terrible del asunto y a la vez, lo hermoso. Tal vez, queda algo siempre, una sensación de las cosas que se intenta transformar en recuerdo, pero que sólo se hace material a partir de las fotografías, de esas momias que sonríen con nuestra cara. ¿dónde ha quedado esa gente? ¿qué ha sido de ella? La felicidad es una pequeña molécula dentro del enorme trasunto de la vida, pero cuando fragmentamos nuestra percepción, podemos congelar un gesto que puede llegar a simbolizar el significado del pasado.
Hay que darse cuenta de que hemos sentido cosas, cosas fuertes y ya no nos acordamos, no nos acordamos de nosotros mismos la mayoría de las veces y la totalidad de la existencia se reduce a completar el espacio inexistente que se abre entre una fotografía y otra, en ese intervalo que ya no podemos completar más que reconstruyendo nuestro rastro, intentando imaginar quiénes éramos cuando sonreíamos así y en qué nos hemos transformado, en si hemos sido dignos de ese bello gesto del pasado que nos sonreía con buenos deseos y más futuro, un futuro que creíamos inmenso y que ahora se va cerrando como una boca somnolienta.
Tal vez, la realidad funciona de esa manera, como un estado en potencia para que las cosas nazcan dentro de nosotros. Pensadolo así, todo es más bello, más hermoso; un mágico salvoconducto para el corazón. Por el contrario, si realmente pudiéramos regresar al pasado, nuestra probabilidad de supervivencia disminuiría en gran medida, al revivir nuestros errores, nuestros aciertos, nuestra estúpida inocencia rodeada de pérdidas y fracasos de los que ya no sabíamos nada y entoces la realidad del pasado aplastaría nuestra imaginación hasta dejarnos sin identidad.

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