viernes, 24 de octubre de 2025

AGOSTO - TODOS LOS FUEGOS

 

 

 

 Agosto

 

Agosto acaba con una de Jodorowsky -Poesía sin fin (2016)- una especie de Amarcord centrada en la iniciación y formación de poeta en medio de los recuerdos infantiles de un creador que se sumerge en el laberinto de sus primeras experiencias simbólicas. Realidad o ficción, en el arte todo es metáfora. Un padre castrador, una dulce madre ideal y un entorno hostil forman el escenario del poeta que tiene que aprender a cantar para sobrevivir. Este género, Jodorowsky ya lo ensayó en Santa Sangre (1989) donde otro de sus hijos -Axel Jodorowsky- encarnó su persona. En esta última película, le encarna otro de sus hijos, Adan, representando el poeta adolescente que no sabe nada y sólo quiere vivir la aventura de ser poeta. A pesar de su ambición desmesurada, el film acaba siendo un batiburrillo de psicodramas y psicomagias a las que nos tiene acostumbrado el cineasta-chamán-tahur. Toda la obra del chileno -y no sólo la cinematográfica- es un repaso de sus miedos y sus traumas, de sus aventuras y hallazgos; un puzzle de una poderosa psique que en realidad se esconde en la mente de un niño. Con tintes pasolinianos, lynchianos, arrabalescos y -por supuesto- fellinianos, se puede concluir que el viaje ha terminado en una performance más llena de intentos de purificación o idealización del pasado. Jodorowski se obliga a repetirse una vez más y a autorreproducirse sin cesar, tal vez por miedo a la muerte, tal vez por miedo al olvido. Es curioso cómo un artista pánico-surrealista-lacaniano puede acabar cayendo en la trampa pop de la autocopia, de la mímesis llevada al horror de espejo continuo, vacío. Cierta artificiosidad la convierte en una obra menor dentro de su original carrera.



 
En The kids are all right (2010) también algo se repite: la inevitabilidad de la búsqueda del origen, la apertura de la caja de Pandora, liberadora de todos los males, de todos los deseos ocultos. Nuevas educaciones, nuevas familias, viejos problemas. El aburrimiento, las mentiras, el poder, la frustración... el pandemonium de siempre exorcizado por un alma libre y desabrida -Mark Ruffalo- que acaba siendo la chispa que enciende la mecha de un montón de dinamita que estaba esperando a ser volada por los aires. Nada se soluciona, todo se remueve. Cine hiperrealista made in USA.
 



 
Y hablando de cosas prosaicas y viejunas, la renqueante Double Indemnity (1944) de Billy Wilder que cada año se hace peor y más aburrida, ¿será quizá la peor película del autor de Sabrina? Probablemente sí y la razón es clara: es la ´única película de Billy Wilder que no es de Billy Wilder. De hecho, parece una película de Hitchcock y por momentos el espectador se plantea por qué no se filmó en color una película desfondada, la cuál, a pesar de todo, tiene detalles que influirán a la estética de la modernidad, como la curiosa femme fatale que da vida Barbara Stanwyck, las conversaciones en el supermercado y ciertas escenas que serán plagiadas dos décadas después en películas como Psicosis (1960). Una prueba más de que el crimen perfecto es imposible pues la realidad es más compleja que la avaricia o la mentira.
 
 






 Por fin llegamos a Bogart, al más vampírico, al más cripi, al más interesante en definitiva, el Bogart alejado de los mafiosos y los borrachos, el Bogart hitchconiano que nunca trabajó con el señor Alfred, pero sí con Peter Godfey con quien hizo la inconmensurable Las dos señoras Carroll (1947), que junto a Conflict (1945) -del moderado Curtis Bernhardt- tal vez es lo mejor de un actor mítico que representa uno de los grandes ejemplos de la decrepitud fílmica, de la peste gloriosa del espectáculo entendido como fin, como preámbulo de la muerte.
 


 
En Conflict (1945) vemos la esquizofrenia de la mentira, los fantasmas de lo falso, la paranoia: la locura del que lo pasa mal. Un mundo de miniaturas, de psicoanálisis, de teatro, de castillo de naipes. Imágenes transparentes se abren para mostrar la verdad.
La verdad existe señores, se trata de lo auténtico, de lo que somos en realidad.
 
¿quiénes somos? 





 




 

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