DE LAS QUE NUNCA TE HABLARON
sábado, 6 de agosto de 2022
LISTAS
DE LAS QUE NUNCA TE HABLARON
domingo, 19 de junio de 2022
JUNIO 22
EUPHORIA O MEMORIA
Una panorámica de lo efímero
Todo parece suceder muy rápido en las pantallas actuales, una velocidad innecesaria que conduce, por su irreflexibilidad y pobreza, a una amnesia casi lobotómica. Necesitamos memoria. No es éste un texto apocalíptico: el milenarismo no va a llegar. Tranquilidad. Lo que sí ha llegado desde hace un par de décadas y se ha asentado gracias a las plataformas de contenidos, es una forma de drogadicción calculada por especialistas -los mismos que diseñaron los diabólicos mecanismos de las ilustres redes que hoy consumen el tiempo de todo ser viviente sin un poco de consciencia en forma de tragaperras portátiles- y promovida como la panacea popular de nuestros tiempos. Perder la vida es el objetivo, perder la realidad en favor de la ilusión de poder verlo todo a cambio de una suscripción. La Naturaleza se queda a un lado para adorar al litio. Sin tener que ponerse estupendo, fácilmente, cualquiera puede recordar aquel pasaje bíblico en el que el diablo tienta con aquello de todas estas cosas te daré si, postrándote delante de mí, me adoras. Hoy, el consumidor adora (compra) las imágenes y todos los becerros de oro que le echen. No hay filtro. No hay resistencia. Hay compulsión. Poseer la sensación de tener acceso a "todas" las posibilidades ficcionales (o a las que las plataformas estimen que son las pertinentes para un momento dado) es la ley de hierro. La mayoría pasa por el aro pues parece que es el signo de los tiempos, el ritual de hincharse a telenovelas y melodramas seriales de lo más repetitivo y engañoso; y pensar que en los años 90' se ridiculizaba a las telespectadoras afines a los más absurdos e infinitos dramas de bajo nivel venidos de latinoamérica... La opinión general se llena la boca con eso de que ya nadie ve la tele y mucho menos los niños y los jóvenes que ni siquiera entienden cómo funciona una parrilla de programación o un mando a distancia; a ellos se les ha enseñado a "elegir" el contenido deseado entre una oferta sobrehumana, organizada y distribuída por algoritmos maléficos que sólo buscan la eficencia y la rentabilidad abusiva, y por eso, las nuevas generaciones creen estar liberadas de los yugos de los grandes medios. Es muy triste notar la ignorancia mezclada con la inocencia. A pesar de ello, es inevitable notar una extraña euforia o éxtasis entre las generaciones milenials, alegres y despreocupadas, como si ellas no fueran las más esclavizadas por un sistema industrial de imágenes que las estudia para generar estrategias pavlovianas de condicionamientos clásicos. La masa saliva cuando suena la campanita o ve el corazón. Salivar es igual a gastar. Las grandes empresas se han dado cuenta de que la producción ficcional proyectada al infinito es una garantía para la anulación de la personalidad del público y por tanto, una manera de manejar grandes masas de mentes con billetes en los bolsillos: mi reino por un puñado de historias. A colación de ello, en la exitosa serie Euphoria (2019-2021) de Sam Levinson, su célebre protagonista, bautizada como Rue Bennet (que además es la productora ejecutiva de la serie, o sea, la que pone el monto de la pasta), una joven drogadicta que hace lo que sea por meterse una pastilla, sirve como ejemplo de lo que ocurre con el espectador actual: un ser que anda zombi entre nosotros sin poder generar emociones, pues su cerebro está secuestrado por un insistente deseo de satisfacción inmediata que uno: le roba los recuerdos y dos: le mutila la emotividad. La miseria inmensa que contrae el hecho de exponerse ante una avalancha de series nocivas es irremediable, por eso no hablaré de las miles de series que no deberían verse antes de sufrir un ictus, sino sólo de algunas que podráimos denominar decentes, pero que no le llegan ni a la suela del zapato de una buena película:
1- Los diarios de Andy Warhol (2022): adaptación audiovisual del legendario libro de Pat Hackett, convertida en una exagerada serie llena de contenidos sensacionalistas la cuál, siempre que se aparta de ellos, aporta mínimas perlas sobre las fases más oscuras de pionero pop. La necesidad de la serie es irrelevante pues es una redundancia del texto y la figura de Warhol queda definida como la de un egoísta insensible que sólo le interesaba mantenerse en una jetset de la que a su vez, él se aprovechaba de manera diabólica. También se le define como un obseso de jóvenes vitalistas, un vampiro de la juventud perdida. El mensaje de la serie es bastante terrible y la imagen de Warhol queda menoscabada a pesar de la intención contraria. Bastante propagandística.
2- Tokio Vice (2022): una serie muy sorprendente si se tiene en cuenta su extrema simplicidad e inverosimilitud. Acaba de una forma muy extraña, casi evanescente.
3- Loki (2021): un cebo más para los maniacos de Marvel que comienza bastante bien y que acaba siendo una liendre bastarda de los clichés y el hartazgo sideral.
4- Devs (2020): quizás de lo mejor que uno puede ver en estos últimos años, a pesar de que acaba cayendo en la trampa de la psicología barata y las flipadas monumentales. Potable. Ciencia ficción.
5- The chair (2021): de temática original (un departamento de literatura), promete más de lo que desarrolla: acaba naufragando en cuestiones de género y corrupción. Flojeras.
6- Euphoria (2022): inicialmente una especie de American Pie serializado o lo que en España se conoció como Al salir de clase o Compañeros, pero en versión hardcore-porno, llena de imágenes explícitas que te borrarán el alma de un solo plumazo. Exagerada a más no poder, sigue la historia de un grupo de adolescentes problemáticos y pijos a más no poder, con conflictos familiares inimaginables e improbables a más no poder. Un delirio. Todos se desnudan y se amanceban como jabalíes menos Zendaya que es la jefa de la serie y por eso nadie la sopla el hombro. A la jefa ni mu. El director, que ya había trabajado con ella en la minimalista Malcom&Mary (2021), con resultados dispares, aunque ciertamente honestos y atrevidos, se salva. La serie está a punto de naufragar a la mitad del via crucis, pero la estética videoclip y la música atmosférica te llevan de la mano hasta el capítulo final, de estructura cervantina y por ende, compleja. Técnicamente interesante. Esperemos que no se convierta en modelo de futuras juventudes, ¿o sí? qué cojones.
Dejando a un lado el mundo maldito y sobrevalorado de las series y entrando en el de lo audiovisual-industrial, llegamos a Spiderman: No way Home (2022) de John Watts, donde se soluciona la contradicción de existencia de tres trilogías distintas con tres spidermans distintos. Guau. Como la anteiror, entra dentro de un planteamiento complejo y excéntrico, pero que en vez de derivar hacia lo cinematográfico, cae en la estética de videojuego. La mayor parte de los estrenos de cartelera de hoy se acercan más o menos, a ese tipo de ficciones lúdicas que a ficciones de creación cinematográfica strictu sensu. Cosas así son Uncharted, Encanto, La viuda negra, The tomorrow war, Muerte en el Nilo, Finch, Beeing the Ricardos, Madres paralelas, la mencionada Loki, Rise by Wolves o incluso Marry Me, todas ellas estrenadas entre el 2021 y el 2022. Después de estos pseudoproductos virtuales de pantalla, hay un grupo de ficciones decepcionantes y abrasivas como son El último duelo (potativa), The power of the dog (ridícula), Spencer (anecdótica), The french dispatch (imposible), Don't look up (terriblemente burguesa), París, distrito 13 (tendenciosa y oportunista) o The card counter (sólo para fanáticos religiosos del KKK).
Para finalizar este paneo cinelándico, acabaremos con una polémica en torno a la película de Hamaguchi basada en una novela de Murakami: Drive my car, la cuál ha despertado un inesperado furor entre la mayor parte de los críticos oficialistas y de autoría sin entenderse el motivo. Las novelas de Murakami no llegan a ser literatura y por eso nunca le darán el premio nobel: las películas de Hamaguchi son muy fieles a sus textos originales, por lo que por pura lógica, es difícil que viniendo de donde vienen, accedan al reino sagrado del cine. Abajo Murakami, ya. Es inentendible la pasión levantada a modo de viagra en el colectivo crítico especializado profesionalizado omnipotente, como si se tratase de pura viagra o éxtasis. Tal vez la euforia se está extendiendo por el universo en forma de detritus mental. Quién sabe. La película de Hamaguchi es ñoña, como todas las páginas del escritor japonés, artificiosa, fácil, pobre, posturera, dramatizante, depresiva y realmente inútil. Un desastre, ¿le darían algo a los críticos antes de la premier? ¿serán los programadores de festivales los culpables de las falsas percepciones?
Como coda, decir que nadie puede perderse Anette, lo mejor del año pasado, el nuevo milagro de Leos Carax, quien vuelve a reinventarse aunque sin Denis Lavant; Los diarios de Otsoga de Pedro Gomes, una auténtida delicia-experience; Mr. Bachmann y su clase, un documental sensacional en la línea de Ser y Tener (2002); C'mon C'mon de Mike Mills, un inesperado experimento junto a Joaquim Phoenix; Memoria, el gran pelotazo de Apichatpong Werasethakul; y por último, Licorizze Pizza, la última extraña película de Thomas Anderson que aún nadie ha conseguido descifrar, ¿por qué esto y por qué ahora y por qué así? Una especie de American Graffiti (1973) y The wonder years (1988) al mismo tiempo.
Recomendación clásica: la película de Jean Delannoy, Maigret tend un piège (1958), un auténtico antídoto contra lo banal y lo decadente. Una pura delicia llena de sensibilidad y misterio.
Para incrédulos y desorientados, dejo al final dos perlas extraterrestres, una del 2021: A glitch in the matrix de Rodney Ascher y otra del 2012: Ai Wei wei: Never Sorry. Pura resistencia, pura desobediencia.
Viva el cine, abajo lo demás.
Antes de dormir, apagad el móvil.
Dulces sueños.
sábado, 26 de marzo de 2022
EXPERIMENTAL
LARRY JORDAN, ED EMSHWILLER Y PETER HUTTON
Otro cine
Sunstone (1979)
https://www.dailymotion.com/video/x89bq8v
Duo concertantes (1964)
https://www.youtube.com/watch?v=pJlnb13atnA
At Sea (2007)
https://www.youtube.com/watch?v=rM4V7lAy74M
jueves, 3 de febrero de 2022
MARZO-MAYO 22
Tras una revisión detenida de los últimos veinte años de cine, el ojo avispado se da cuenta de que algo horroroso sucede en dentro de él. La voluntad de una parte de los cineastas de infantilizar y banalizar la realidad, es un fenómeno pasmoso. Por otro lado, el afán incesante de la otra línea, la de enfatizar la violencia de la existencia, se hace algo terrible y aburrido al mismo tiempo. La cuestión de la dignidad artística del cine siempre ha sido un elefante blanco dentro del oficio pues, ¿quién se corrompe? ¿quién se vende? ¿es el cine sólo un producto, un panfleto o un chiste? La cuestión del estilo recogería en forma de embudo muchas de estas cuestiones, pues hoy, la mayor parte de las producciones utilizan géneros y formatos estandarizados, archiconocidos, a fin de cuentas, efectivos y rentables. Si el cine se sigue realizando como una fórmula, el cine morirá, no porque alguien lo destruya sino porque simplemente dejará de ser útil. Aunque muchos no lo crean, el Arte es una de las cosas más necesarias para la supervivencia de la especie humana, de hecho, pertenece a un tipo de fenomenología metafísica, mistérica, abstracta que fundamenta la estadía en el mundo. Los secretos de la vida nos envuelven y los cineastas -funcionando como médiums- deberían advertirlos y sellarlos en la pantalla para el asombro del público. La mirada original, la mirada honesta, el talento, la voluntad, la fe artística deben de ser las herramientas que lleven a una persona a emprender el largo y crudo viaje de realizar un film. Dejando a un lado el desastroso panorama actual -salvando excepciones gloriosas- habría que volver hacia atrás, al menos medio siglo hasta encontrarnos a magníficos seres como Marguerite Durás, la gran gurú del cine de los 70', con todo lo que eso conlleva. Durás es hoy una cineasta olvidada injustamente, de cuya obra apenas se puede acceder con facilidad a menos de la mitad de su rica filmografía. No conocer extrañas películas como Jaune le soleil (1971) o Días enteros en los árboles (1977) crea un vacío en la hermosa cadena del cine, interrumpiendo en el ojo del espectador el fluir de las vanguardias, dejando cabos sueltos sin solucionar, lagunas enormes de comprensión. Sin en estas películas, sin Durás, no existiría Fassbinder, Kaurismaki, Serra y mucho menos el mejor Rivette, Godard o el aclamado Resnais. Los vasos comunicantes que despliega un cine como el de Durás, abarcan enormes campos magnéticos donde la energía fílmica fluye en forma de sabiduría, de luz. Para muchos, Durás representa un existencialismo depresivo y un sentimentalismo frustrado, materializado en obras incomprensibles, para otros, para los que hemos tenido el privilegio de ver esas películas abandonadas, Durás es una poeta asombrosa, una narradora brillante, dotada de un humor muy fino y de un drama muy particular. Quien no ría en una de sus películas, carece de sensibilidad, quien no quede pasmado ante las anormales experiencias planteadas, está clínicamente muerto. Su mundo está expuesto en sus películas, su interior se hace exterior cuando los viejos proyectores comienzan a girar y sus fotogramas rayados deslumbran al espectador debido a su fragilidad, a sus manchas, a sus cálidos errores, a sus silencios llenos de cine, a su imprevista lucidez, en definitiva, en su eterna generosidad al donar al público toda esa austera magia llena de carne y sueños, que conservará por siempre el secreto del cine, aquella cosa que hoy se va olvidando, deseando ser borrada por un ejército de vulgaridad. Sus películas son presencias alucinadas dentro de un mundo sin sentido, lugares donde la inmortalidad se muere de hambre y se emborracha para perder la razón que le queda, o sueña en bosques o con perros iluminados por soles que se repiten hasta descubrir el color, ¿¿qué color?? Aquel pigmento que cualquiera necesita para seguir adelante, una pintura que limpia los ojos, depurando la basura que se viene encima cada día, respaldada por una industria que le hace un flaco favor al corazón de un oficio sagrado.
jueves, 13 de enero de 2022
ENERO-FEBRERO 22
Revisión crítica (1):
Paul Schraeder, entre otras cuestiones
Es curioso cómo cambia la vida a su paso por el tiempo; no hace más de una década que ciertos críticos de este país mantenían posiciones radicales y originales ante los grandes poderes que espoleaban y espolean al cine. Pero no me refiero a discursos explícitos dirigidos a la industria, a la academia o a gestos inflexibles de resistencia, sino a análisis honestos e ingeniosos protectores de una esencia y una serenidad que para muchos cinéfilos y amantes de las cuatro esquinas de la transparencia, eran necesarios. La crítica de cualquier disciplina tiene como primera misión el mantener viva la llama de un idealismo, de una sensación, de un mundo creado y creciente dentro de lo humano a partir de lo humano. Cuando esto flaquea, debido a circunstancias pasajeras, un siglo puede enfermar de nihilismo, de pesimismo y tal vez de su grave consecuencia: la depresión. Gran parte de los artistas actuales sufren de este contagio, los cuales, o se regodean en la desesperación generando una estética del aburrimiento escéptico o se evaden en infantlismos liberales de poca monta. Todo siglo tiene su enfermedad pero también su cura; la honestidad crítica. El problema deviene aún más grave si la crítica de primera fila comienza a flaquear, ocultándose en nostalgias, falsos recuerdos, condescendencias y viejismos varios. La crítica siempre debe ser joven, siempre debe ser nueva. Y todo esto al respecto de los falsos nuevos horizontes de ciertas lineas editoriales que han decidido optar por una opción generalista y superflua en demérito del rigor y la sapiencia, de lo concreto, de la excelencia, del cine. El profesionalismo y el desgaste están hundiendo el pensamiento crítico de un puñado de especialistas respaldados por un sueldo y un gremio que como la mayoría, se defiende a sí mismo incluso en la debilidad.
Para poner un primer ejemplo me referiré a la defensa y alabanza de Paul Schrader a cuenta del lúcido crítico Carlos Losilla, escribano fijo de la plantilla de la famosa publicación Caimán. Cuadernos de cine, que se hace en el número de enero, dedicado a El contador de cartas. Allí, el crítico desarrolla su fundada opinión sobre el guionista de Michigan, unas palabras que al tiempo que engrosan la columna van siendo, ellas mismas, víctimas de un cliché tras otro y de una sobrevaloración innecesaria hacia una figura que, de forma más que palpable, ya no es más que un cadaver artístico. El señor Schrader, desde hace ya mucho tiempo, pongamos veinte años por decir algo, está más que listo para sentencia, repitiendo su eterna frustración de una manera paralítica y pobre. Ahí están las películas para verlas y juzgar: es curioso como un fracaso tras otro no han podido derrivar a esta figura mítica fundada en los años setenta a partir de la más que caducada Taxidriver (1976): film esclerótico y obtuso. Pero la culpa no es de Schrader, sino de la crítica que le ha encumbrado y le ha mantenido en vilo, sostenido por las frágiles pinzas de sus films. No diré que es cosa sencilla pero, ¿a quién favorece esto? ¿al crítico? ¿al autor? ¿al cine? ¿o a los millones de espectadores que una vez tras otra deben experimentar la falta de talento de un ser acomplejado y pretencioso como Schrader? Losilla -sin ningún tipo de vergüenza- lo hace heredero directo de Bresson, le bautiza como cineasta trascendental, demoniza películas comerciales bastante potables como La costa de los mosquitos (1986) o City Hall (1996) por el simple hecho de ser guiones filmados por otros -ni que Schrader lo pudiera haber hecho mejor-, le hace legítimo autor ligado a la leyenda del cine moderno, creada por la crítica francesa desde los años 50' y lo que ocurre al final es que uno se queda de piedra al ver El contador de cartas (2021) o El reverendo (2017) sin poder aplicar todas esas supuestas virtudes atribuidas con calzador, sintetizadas en un último párrafo digno de ser enmarcado para colgar en una peluquería de barrio.
El segundo ejemplo viene algo más adelante del mismo número, firmado por el sobreinformado Ángel Quintana, un crítico embebido de datos que tanto puede defender una película cuasidesconocida filmada en la cochinchina como puede relamer el trono spilberiano gustosamente, lo cuál no es principio mala práctica, no, hasta que uno lee panfletos como el que escribe (Renacer entre las ruinas) donde se lía a justificar a capa y espada todo ejercicio de adaptación-copia-plagio-versión -llámenle ustedes como quieran- como opción legítima, ensalzando el valor de ciertos coreógrafos que poco o nada aportan al discurso, desarrollando esa crítica sociológica que tanto les gusta a los escritores postmodernos contagiados con aquello que se bautizó como el Resentimiento. Todo menos hablar de cine, todo menos desarrollar pensamiento, todo menos cine. Datos, datos y datos como si lo menos importante fuese ver una película e investigar sobre los poderes emocionales, sobre su necesidad, sobre el valor de un objeto cultural dentro de un panorama concreto, etc. Quintana se pierde en defensas absurdas y tricornios estróficos que dejan muy poco espacio al cine y a la fe en el cine, utilizando las páginas de la revista para hacer propaganda de los popes del negocio, como si al señor Spielberg aún le hiciera falta que alguien le defendiese. Terrible.
La crítica debe cambiar o morirá, se deshará en un mar de alabanzas e informaciones biográficas sin elaboración, se ahogará en polémicas abstrusas sobre lo viejo y lo nuevo, se asfixiará dentro de la montaña infinita de las nuevas producciones intentando abarcar algo inasible, algo intransitable por la capacidad humana, en vez de centrarse en la esencia, en la búsqueda de lo perdurable, siguiendo el olor de lo artístico, de lo genuíno, del cinematógrafo.
No hace tantos años, estos mismo críticos -junto a todo su equipo- construían números geniales como el dedicado a Rohmer en Febrero del 2010, siendo más valientes, arriesgados y honestos. El tiempo pasa su rodillo sobre todo y sólo unas pocas cosas florecen, lo demás, queda sepultado.
Vale.
domingo, 2 de enero de 2022
PABLO LARRAÍN
o
La voluntad milagrosa
sábado, 6 de noviembre de 2021
NOVIEMBRE-DICIEMBRE 21
(2021)
Leos Carax
miércoles, 13 de octubre de 2021
Catarina Vasconcelos
(2020)
Catarina Vasconcelos
lunes, 11 de octubre de 2021
OCTUBRE 21
Sin tiempo para morir
Una pequeña reflexión: ¿no es suficiente ya? Desde 1962 que Terence Young estrenó su Dr. No dando vida al personaje de la mano de Sean Connery han pasado por la gran pantalla otros veinticuatro filmes sobre las aventuras y desventuras de James Bond. Todo esto ha generado un género en sí mismo, un tono, un prejuicio, un dogma. Existe un público fanático, imbuido por la banda sonora, las persecuciones de coches y las chicas Bond y otro eventual, que percibe estas macroproducciones como momentos de regresión, tal que objetos nostálgicos de un personaje mutante. A recordar: ha habido seis Bonds distintos, cada uno con una jeta y ademanes distintos, mas con una chulería y snobismo similares. Tal vez eso es lo que hizo famoso al personaje inventado por el escritor Ian Fleming, hijo d emillonarios que fue periodista y miembro del cuerpo de la Inteligencia Británica. O sea, los fans de James Bond engullen ficciones escritas por un pijo que además, trabajó de espía durante la Segunda Guerra Mundial, al que le encantaba la ginegra y fumar en pipa. Esto no es ni mucho menos una crítica sino un esclarecimiento del origen de las ficciones masivas: ¿quién construye lo que millones degustan como una imaginería fantástica? Habría que escribir varios libros sobre ello. Uno se queda pensando y se pregunta: ¿no estará entreteniéndose con diabluras aristocráticas una sociedad cínica y pop que sólo disfruta con la repetición de lo conocido? El problema de las eternas sagas como la de Bond (El señor de los anillos, Los Vengadores, Harry Potter, etc.) no es su fascinante germinación por esporas, sino el hecho de si es necesario prolongar las historias o ilustrar cada episodio de una serie de ficciones, por general, vacuas, infatiles y a mi entender, poco interesantes. Es cierto que todo este tipo de megapelículas abordan el género épico de alguna manera, encarnando el espíritu de La Ilíada homérica. Es bien conocida el dilema entre ésta y su hermana, La Odisea, y tal vez -si el público actual las leyese- se podría apreciar qué es más grato para el público: lo épico o lo poético. Me temo que vivimos en una época en la que la masa necesita sentirse parte de algo más grande que su precaria vida y por eso proliferan tantos ismos, tan peligrosos, tan dogmáticos. Diluir los problemas en un personaje como el de Bond es quizá una cura superficial, un lavado de cara ante una realidad compleja y confusa llena de obstáculos pero, ¿cuándo no fue así? De ahí, los autores de toda la tradición occidental que encontraron en las ficciones el canal para llevar a la catársis al espectador y al lector. Toda cultura es un amasijo de influencias, todo el arte es un dominó de copias fantasmales pero, a parte de eso, nuestro tiempo se ha pervertido de una manera curiosa: replicándose en sí mismo, volviéndose endogámico, reduccionista, pobre. Tal vez en eso se ha ido convirtiendo un fenómeno como el de James Bond, un tipo de ficción con normas insalbables llenos de tics manoseados, planos idénticos, paisajes similares, tramas reiterativas donde un cierto público parece apoyarse para aliviarse, como cuando un miembro vuelve a su familia cada cierto tiempo y respira como si aquello fuera un descanso de la realidad, una relajación del Infierno, cuando no es más que un espejismo, una sensación nostálgica de lo que una vez fue y nunca más será. Nunca somos los mismos, ni siquiera James Bond. Ójala todo se acabase en esta última entrega y se pasase página, dejando al espía petrificado en el museo del cine comercial para que otras generaciones lo vean y curioseen, pues tendrán material para rato, ya que el cine nunca muere: él es el verdadero espía.
lunes, 20 de septiembre de 2021
SEPTIEMBRE 21 CARAX
martes, 3 de agosto de 2021
AGOSTO 21
Hitchcock / Lynch
Suspicion (1941) / Twin Peaks Fire Walk with Me (1992)
¿Estamos en el pasado o en el futuro?
miércoles, 28 de abril de 2021
ABRIL-JUNIO 21 GODARD
tú y tu pobre corazón ponen punto final a esta alucinación llena de fidelidad y amor, una historia que nunca supiste cómo comenzar, cómo ordenar y que entregaste a una voz distinta, al caos, a un voz humana en el momento más solitario de tu naturaleza. El Cine. La imagen comenzando desde el origen, desde Adán y Eva, desde su humillación cósmica, desde el intento de Massaccio de reflejar el motivo de la desesperación, del error. Lágrimas de dolor que llegan a lugares imposibles, a leyendas indemostrables. Los teutones masacrando a los rusos, las palabras de Bloy provocando un recuerdo en forma de vela, de niño soñando a través de palabras de tu amigo Foucault. Los nibelungos aplastan a los inocentes hasta que llegue Fassbinder, el gran chapero iluminado, para redimir el mundo pretérito y resucitar la podredumbre de Alemania, ¿dónde comienza esta terrible historia? Antonioni se estaba muriendo y el estilo perdía un artífice desmesurado. Ahora es de día y sólo puedes pensar, Jean-Luc, imaginar que Robert Siodmack filmó a los asesinos antes de ser asesinos -paseando un domingo por el parque-, sospechar que él intuía que el crimen era un género aún por desarrollar, pero ¿de qué trata esta cosa de la destrucción? Algunos intentaron alimentar a la belleza de otra manera, contar la fatalidad de una forma bella: Franju, Judex, el hombre pájaro. La soledad de la verdad, la venganza, el cuadro, el miedo, la impaciencia, llegar a ser el enemigo público número uno: Nosferatu bailando en un musical “On the town” como “Un americano en París”. El cinemascope y el color transformaron al público en una maquinaria risueña ante las melodías más tontas y frívolas, hasta que llegó Karina -tu Karina- y cortó el aire en dos para hacer música de la realidad, para montar las imágenes, los sucesos de una manera distinta: ella en tus películas cantaba y tú la interrumpías. Hablabas del peligro de la corrupción, de dejarse llevar por las flautas malditas de Hamelin, de la fatalidad del imperio de los sentidos. Los mensajes llegaban de todas partes: el placer, la violencia, el monstruo de los dioses que contaba historias a través de la boca de las superestrellas. Depardieu abandonó el rodaje de “Helas, por moi” y nunca volvió. Una película incompleta que acabó siendo una de tus joyas. Stroheim, Welles, Jean Moreau eran otras joyas parecidas. Un tesoro. Los ojos verdes. Anne Wiazensky y el rayo de luz. Otro mundo. Otro amor. Otras historias. Se necesita un cuerpo para comprender la virtualidad de la pornografía. “A veces oigo a hombres narrando el placer sentido”, escribes Jean-Luc, admiras películas que eran otra cosa, el cine, el arte del retrato, el mundo del collage, Marylin, Buster, la inocencia y el desprecio por la memoria: sólo el reino de la imaginación es lo que cuenta. Lo que sobrevive. Acuérdate de Funes; Borges lo vio antes que nadie. Predijo la maldición. Un monumento, no una memoria, no una cronología, no una sucesión de películas, sino un traje hecho de todos los harapos de un siglo incomprensible. Para amar se necesita un cuerpo y un largo travelling de la nueva ola.
Jean-Luc, cuentas la historia de Jean Ort, aquel que descubrió el escondite de los asteroides dormidos, de las sombras cósmicas: estrellas mirando estrellas como Shirley, Nana, Fausto o Vampyr sin saber que la mitad del universo es incierta, pero ¿dónde se encuentra? Materia Fantasma. La pantalla. Los asteroides se desvían a una velocidad impredecible con una masa variable, imaginaria. Lirios, leones y arcos: imágenes cortas, fuertes y libres. Sólo eso. Una película de cuatro horas y veintisiete minutos dividida en ocho partes, el número de la resurrección. Una autobiografía. Un retrato. Vivian Leigh. Metrópolis. Hitchcock, Langlois y Vigo. El cine que pudo ser, el cine que te hubiera gustado contar con orgullo. La historia del cine que el arte se merece es la historia de todas las artes. Una realidad que el cine debió contar y no pudo del todo: un eclipse oculta a Monica Vitti y libro tras libro el mundo se oscurece mecido por palabras de Paul Celan, de los escepticismos poéticos de Beckett, hasta llegar al tiempo de los sótanos, de los torturados, del terror maléfico; la lucha de las tinieblas, voces infantiles. Todos bajan del camión, escapan del horror en Roma. El viejo imperio cae de nuevo. Desde el fondo del callejón, Lon Chaney mira a los niños jugando en la playa, niños rodeados de ladridos de perros y frases de Bernanos. Dylan Thomas, antes de seguir bebiendo, tiene algo que decir sobre la muerte: Euclides inventó las libélulas para que el cine las filmase. Son tan bellas. El cine sirve para una cosa distinta a la de hoy. Imagen, movimiento y sonido fundidos en el cuerpo de un pez que a Nanouk se le escapa de las manos. El cine ha olvidado que lo importante es lo humano, el silencio de un hotel donde Céline escribe el final de la noche. Luego le juzgan, pero leen su libro. Lo primero es siempre la vida y por eso el cine tiene un deber por encima de todos los demás: Las Hurdes, Tierra sin Pan. Buñuel, Flaherty ¿dónde empieza y dónde acaba un plano? Ese es el problema. Faltó un cine que hoy ya sólo podría ser simulacro, copia, ¿dónde empieza y acaba una vida? Ruinas, misiles, muertos: ¿cuántas muertes deben suceder para diagnosticar la desaparición de Europa? Bella Fatalidad. Dostoievski escribió obsesionado sobre el martirio de un niño: Hitler, antes de suicidarse, saludó a un ejército de niños que se sacrificó en la última defensa de Berlin. Locuras, perversiones. Tú viste eso, Jean-Luc, tú estuviste allí, en la sala de cine y viste cómo aquel tirano le robó el bigote a Chaplin y cómo Picasso dibujó a Stalin como si nunca hubiese existido, ignorando que Rusia era masacrada por una utopía sin humanidad; los rusos, ese pueblo endemoniado y poético, los últimos que conocieron a un dios. Einsenstein. El sueño y la luz. Cassandra. Los dioses hacen danzar sus manos: Bergman, Sokurov, Kiarostami, Mizoguchi, Epstein. La vida misma combinando todas las fuerzas, enfrentando sus historias a la Historia, pero ¿qué es la Historia? Un campo más oscuro de lo normal. Signos entre nosotros. Lenguaje. Una cámara frente a lo irracional. Una humanidad de animales, de escritores que piensan en sellar el tiempo. El cine: ese buhonero que engañó y fue expulsado. El fin de los tiempos no llega tras la tormenta. Infinito. Flaubert. Viajes a Oriente. El Faraón, el Bosco, la ahorcada, Ophüls, Bresson: acercar el mundo desde lejos, escribir la novela para vivir el drama del fin imposible. La música evita que despertemos, que no salgamos de la pantalla: hay que resucitar el arte de la excepción, destruir la cultura de la regla. Una saturación de signos magníficos para contar esta historia final, el último capítulo de tu poema, Jean-Luc. Barroco. Ciudadano Kane, Susan Alexander y la estafa, la ilusión, la trampa. El arte es una trampa del espíritu, pero Sartre, el hombre más inteligente del siglo, no entendió a Welles, el mayor mago de la historia moderna. La Bella y la Bestia. El gran Braudel, Péguy el religioso y Ciorán el pesimista. A la larga se pagó caro no tener música.
Somos prisioneros de una asociación de ideas lejana. Rossellini, Malraux, Esplendor en la Hierba y Centauros del Desierto yendo y viniendo en forma de mujer, de barbarie. Vermeer, Hegel y las chicas cantando canciones. De Sica bailando a su aire, El Bosco haciendo bailar el aire. El fuego. Bacon y Cézanne. Todos los grandes artistas se parecen, pasándose el testigo de una sola verdad. El sonido del celuloide parece el de un tren, el de una batidora. Filmar y vivir y luego montar. Ver pasar las imágenes prisioneras. Apresar el mundo para entender a qué suena el tiempo, qué rostro tiene. Se puede hacer todo menos la Historia, se puede acabar con todo menos con la Historia. El Doctor Mabuse ya era el totalitarismo del presente, la palabra de la existencia. Meter la realidad en un libro, meter a la realidad en la realidad, meter a la realidad en una miniatura: una supernova portátil. El cine. Un astro. Un rey puede acabar con su reino pero no con su historia filmada. Antes se creía en los profetas, ahora en los tiranos. La vida está gobernada por incapaces deshonestos que perpetúan el Antiguo Régimen. Por eso Santiago Álvarez, por eso Bazin y por eso Lang son necesarios. Se necesita una vida para hacer una hora de historia, una eternidad para hacer la historia de un día. La historia de la Realidad: Rimbaud. La palabra justa y lejana. Emily Dickinson: la poesía secreta y verdadera. Clio. Péguy. Asociaciones de ideas, Goya, Un perro Andaluz, In a Lonely Place. Jean-Luc, eres el enemigo de nuestro tiempo, la señorita de la grabación que habla con palabras de valor: Guy Debord, Faces, Blanchot, el domador de pulgas de Mr. Arkadin. Otra vez Welles. El más grande en todos los sentidos. Un marginado sublime que luchó contra la corrupción y las fronteras pensando con sus manos el horror del mundo, entendiendo el tiempo para hablar del futuro. Una imagen capaz de negar la nada donde un siglo se diluye en otro. La historia no se termina pero sí el siglo. El cine, un arte del siglo XIX que soñó el siguiente. Picasso: el último artista del arte antiguo. Todas las historias pasaron por sus manos. Saturó las imágenes para dar vida a la pintura. Tú, Jean-Luc, te refugias en la posada de la imagen musical para creer en la felicidad, en las palabras de Ezra Pound, tumbado sobre un ilustre pasado, fumando un habano, recordando a Coleridge, Borges, a Van Gogh, a Bacon, repitiendo para tus adentros -con una rosa blanca entre las manos- “yo fui ese hombre”.
lunes, 26 de abril de 2021
GODARD
El Control del Universo
Querido Jean-Luc:
en la recta final aparecen las musas del siglo del delirio, aparece Camille, Lou, Simonne, Hanna, Virginia, Colette, Sara y tu amada Ane-Marie. Ella lee sobre los rostros femeninos del pensamiento, palabras de aquel hombre que tú conociste en la infancia, Paul, el amigo de tu abuelo. Un matemático asceta que leía sus versos en los jardines de los ricachones. La poesía siempre te persiguió en el jardín de los veranos suizos. En los ecos de la aristocracia suenan sonetos que maldicen como conjuros a los niños. El cementerio marino. Palabras como recuerdos trayendo imágenes como bultos de paja, como viejas olas que se renuevan en la espuma. Todo se emborrona: pornografía antigua y tan perversa como la de hoy, tan ridícula que da vergüenza ajena, sucediéndose ante los ojos. El ser, si aún se lo merece, necesita de otras fuerzas para vivir o caerá como Kim Novak bajo el puente de San Francisco. En realidad no es el puente más bonito de esa horrorosa ciudad llena de pendientes donde James Stewart se enamoró de forma irracional de un animal milagroso. La Razón enloqueciendo ante la vida. El Deseo. Palabras de Valéry mojándose sin más, pues esta serie, este nuevo capítulo trata del agua, de las corrientes alternas y sumergidas, de esas historias paralelas que mueven el mundo sin darnos cuenta. Los pies de las esclavas se mojan porque tienen que trabajar. Los esclavos no existen a causa del odio sino del dinero. Estamos atrapados entre una película de John Ford y un ensayo sobre Mozart, ¿lo recuerdas, Jean-Luc? Fue sin duda tu peor película, pero tú sigues amándola y la reivindicas pues te acuerdas de Elie Faure, de Alexander Nevski, de El ángel exterminador y entiendes que todos pensásteis con las manos para llegar al mismo sitio: a la creación. A pensar con las manos: una mano, un cuerpo, un espíritu, la policía, la propaganda, el Estado. Varias trilogías que se encadenan para hacernos pensar que la amistad puede ser destruida. En realidad se puede salir de la habitación, sólo hay que encontrar la puerta. Debemos encontrar de nuevo las palabras que dijimos sin querer y verlas errar como Welles pensando en cómo pudo perder a Rita, la bella Rita, caminando junto a las sombras de las grúas. Él estaba maldito como tú, Jean-Luc y a los malditos se les echan chorros de agua a discrección para que vuelvan en sí, para que despierten. El agua golpea a la miseria del mundo, al estado actual de las cosas y sólo podemos repetir el alfabeto de arriba abajo hasta llegar a la M de Lang y a la navaja de la fatalidad hasta darnos cuenta del chantahje de la vida. La miseria como último argumento de la película real. Metrópolis inunda las cabezas de los pobres; Los pájaros, invade las calles de los niños. Una imagen de tu Nouvelle Vague como símbolo de la belleza, del arte. El Arte es un gesto humano, no un espectáculo de variedades. El rey sigue sentado en las rocas frente al mar, el agua suprema, el dios del azar. El poema prefigura el pensamiento y el acto al mismo tiempo, la dualidad nunca demostrada del alma y el cuerpo. Nuestras manos se están haciendo débiles y hay que levantar el ánimo del espíritu hasta el reino de la ausencia donde el lector o el espectador leerá en voz alta una película imposible con palabras nuevas. El poeta siempre será el falso culpable de esta guerra de monos donde unos llevan a su mujer muerta en brazos sin decirle “Te quiero” y otros levantan con violencia artística a la pasión y a la libertad. Hay dos historias que se suceden a velocidades distintas: una en dirección este y otra en dirección oeste. En la primera sólo hay miseria y en la segunda, sólo perversión y fanatismo. Los dos ejes del mundo nacieron enloquecidos. Una película de John Ford y una película de Dovjenko. El alpha y el omega, ¿de qué? De una triste historia. Pero tú, Jean-Luc, para paliar el desastre traes a tus fuerzas especiales: Robert, Fritz, Eric, Jacques, Phillipe, Rainer y Francois, todos ellos soldados de las formas pensantes que redimirán al mundo a una bella idea que vivirá para siempre. Convertir a las cosas en mundo, a las personas en Universo. El infinito. Un nuevo alfa y nuevo omega. Pintura y cine: pues el cine es una forma nueva de pintar las ideas, de ser eterno. Un bote de tinta, la espiral, el vaso de leche, la llave, la partitura, la botella y el mechero: cosas como reliquias fundando la nueva religión con un mejorado mesías: Alfred Hitchcock, el Leonardo del siglo XX, el capitán, el único poeta maldito que tuvo verdadero éxito en la civilización moderna. Lo celebras con fuegos artificiales, brillante luz para el gran creador nacido en el siglo del delirio, en el siglo de los muertos secretos, en el siglo de las vanguardias nihilistas, en el siglo de las mentiras mundiales. El estilo no es una forma sino un autor, el espíritu humano que mueve los dedos en una sala de montaje. El control del Universo. Él dice: “Ellos no se dan cuenta pero lo que sucede entre imagen e imagen les asombra”. El cine es Hitchcock. El cine es perversión nocturna. Luz inmensa. Blanco y negro. El cine es Rembrandt cuando el mundo se convierte en una lona donde se sucede otro tiempo que acontece a otra velocidad para contar otra cosa distinta. Luces y sombras durante un siglo para filmar un par de milagros, para conseguir asistir a dos resurrecciones muy distintas, pero igual de fascinantes. Dreyer, Hitchcock. Una dualidad. Cuerpo y alma. El cine: un ser total. Rembrandt, Velázquez, Goya: una civilización. Elie Faure lo sabía. Valéry lo sabía. Las chicas lo sabían. Un mundo hecho de nieve y noche donde Macbeth, Hamlet y el demonio corren juntos hacia un enorme rostro de Marilyn del que salen pájaros negros: parecen el famoso poema de Poe. Un animal que habla del horror. De la tragedia. El mundo es un drama. Él sonríe. Tú sonríes. Estás en la recta final de tus historias, Jean-Luc, rozando el final del jeroglífico y sueltas amarras, resucitando al viejo Welles, dejando filmar a Karina en la grúa, dejando que respire, que filme aquello que no le dejaron, pues la luz cae donde se hace necesario y no en otro lugar. El cine, si sobrevive, sólo podrá hacerlo como una estatua, conjurado en las palabras de Marienbad, en los colores humanos del primer Kandinski, pues el cine es nosotros mismos y tú nos has enseñado a mirar nuestro propio monumento, no para adorarlo, sino para aprender quiénes somos en realidad. Somos Historia. Somos historias. Corrientes paralelas donde las tildes se deslizan y los rótulos cobran vida hasta aparecer y desaparecer, pues lo importante es la infinitud del mundo, la moviola de la existencia acelerando y retrocediendo, jugando con las imágenes para disfrutar de un pensamiento que se hace con las manos y no con la cabeza, con el instinto y no con la Razón. El Yo del Yo Pienso deja de ser el Yo del Yo existo. Pensar, existir. Otra dualidad. La misma guerra. Cuerpo y espíritu. Norman McLaren y los lobos asesinados desde un helicóptero. Chris Marker, tu amigo invisible. Los lobos corren todo lo que pueden, pero la tecnología del mal sobrevuela el desierto con un rifle cargado. El aire tiene un color, pero no se parece al del agua. Dices: “una película imposible que nace de mí, pero no en mí”.