DAVID LYNCH
Es una gran tristeza pensar que hemos visto una película en nuestro puto teléfono
Breve glosa al libro El hombre de otro lugar de Dennis Lim
La reproducción de las cosas no es más que la ociosa industria de alguien que no valora sus sensaciones, y que terminó con sus imaginaciones cuando dejó atrás la infancia y descubrió que el caballo que había cabalgado en aquellos días felices no era más que un palo de escoba roto.
El viejo Walt Whitman, hasta sus últimos días, fue como un niño en la dulzura y la plenitud de su fantasía. Unas pocas flores en el alféizar de su ventana bastaban para despertar en él las sensaciones más agradables y la filosofía más profética.
Walt Whitman era tal como he propuesto que debe ser el verdadero estudiante de arte. Su obra es una autobiografía, no de desventuras y percances, sino de su pensamiento más profundo, de su vida.
No se nos puede dar un tesoro mayor. Confesiones como las de Rousseau o las de Marie Bashkirtseff son endebles en comparación con esta vida expresada por Whitman, que es tan hermosa, en cuya lectura nos encontramos.
Como todo el mundo sabe, Lynch comenzó haciendo cortos. En realidad eran pinturas y esculturas filmadas que luego se exponían a la vez, proyectadas unas sobre otras, creando solapamientos ilusionistas: Seis hombres enfermos (1967), Absurdo encuentro con la nada (1967), El Alfabeto (1969) o La abuela (1970) son pasos esenciales que hacen avanzar por la escalera del extraño mundo de David Lynch. Así Lim, entre otras cosas, nos cuenta que lo primero que amó Lynch fue Filadelfia, las obras de Francis Bacon, de Oskar Kokoschka y Marcel Duchamp, un libro infantil de los 40' y una película idealista de los años 50' y la publicidad idealista de los 80'. Le encantaba fumar Marlboro, ver cadáveres, los ruidos industriales y hacer fogatas en el campo. Fue alumno de Maharishi Mahesh Yogi, el gran gurú indio de la meditación en California; el gurú de los ricos. Practicó la meditación trascendental desde los años 70' y viajó por el mundo dando conferencias para promover su práctica y conseguir la paz mundial.
¿Qué podría salir de un mejunje de este tipo?
¿Cuál es el verdadero misterio de Lynch? Que no hay misterio, sólo pasión y una fidelidad férrea a los propios principios: su insistencia en una extraña concepción del amor que le llevó a romper cuatro matrimonios (Emily Stofle, Mary Sweeney, Mary Fisk y Peggy Reavey), su peculiar gusto que le hizo incluir en su colección personal piezas tan excéntricas como el útero de Raffaella de Laurentis, aferrarse a su curioso destino artístico llegando a realizar una exposición de pintura de la mano del poderoso Leo Castelli en 1989 o a ganar la Palma de Oro de Cannes por la heterodoxa Corazón Salvaje, a inventar la Garmonbozia (extraña comida de la que se alimentan los oscuros habitantes de la Logia Negra en Twin Peaks) y a perpetuar su constante impostura ante todo lo normalizado, o sea, a ser un verdadero artista a pesar de su fama.
El único proyecto que se le quedó en el tintero fue Ronnie Rocket, una historia que quiso filmar tras Cabeza Borradora. El subtítulo de la película versaba El absurdo misterio de las extrañas fuerzas de la existencia, el cuál resume todo el leit motiv de la obra de Lynch. Se trataba de dos historias paralelas: la de un detective que intenta entrar en una nueva dimensión y la de un enano que tiene el don de la electricidad y puede usarla para cualquier cosa; este enano es Ronnie Rocket. Todo el que haya visto Twin Peaks -en todas sus extensiones- podría identificar múltiples elementos que Lynch fue haciendo realidad en sus ficciones, pertenecientes a este proyecto inacabado: los detectives, los enanos, las electricidad, la estética industrial, las postura gestuales extrañas. Parece ser que quería haberle dado la forma de una película de Jaques Tati.
Hay gente a la que le gustan las películas que se entienden y hay gente a la que le gustan las películas que dejan espacio para que el espectador sueñe. A mí me gustan las que permiten soñar. La comprensión intelectual no tiene más importancia que la posibilidad de sumergirse en cada escena separadamente. Me encanta enamorarme de una idea y ver cómo se transforma en cine, qué va haciendo con esa idea el proceso de filmación.
Esto no lo cuenta Lim en su escasa biografía, pero si alguien le interesa verdaderamente la obra de David Lynch, debe retroceder obligatoriamente hasta sus primeros trabajos -como The Grandmother, Out of Yoner I y II, Iss, Disc of Sorrow, Laura Palmer, Coyote, Mouse, Intervalometer Experiments o Pig-, donde se encuentran todos los gérmenes de su obra y vetas experimentales que fueron quedando a un lado, pero que no desmerecen en nada a cualquier obra posterior. En los llamados trabajos menores de Lynch (cortos, mediometrajes, pinturas, canciones, esculturas, decorados...) se encuentran las claves de sus trabajos narrativos (películas) y se ve reflejada la verdadera mente lynchiana, un mundo oscuro e irónico que quiso pintar el mundo de otro color porque quizás la realidad, a partir de un momento, fue simplemente decepcionante.
Una nueva relectura de Lynch está en camino: las nuevas generaciones deben volver a experimentar toda su obra y hacer relecturas que aún no han podido hacer debido a la contemporaneidad del autor y a su dispersa obra que poco a poco va siendo cada vez más accesible y por tanto, homogénea. Lynch no es un cineasta sino un artista plástico con el corazón de un extraterrestre. Por eso, el título del ensayo biográfico El hombre de otro lugar de Dennis Lim, es tal vez lo más relevante de un libro que pasa por encima toda la profundidad de un obra mucho más vasta y extraña y que incomprensiblemente cae en errores garrafales: afirma que se encuentran letras recortadas en las narices de las víctimas de Twin Peaks cuando es debajo de las uñas; cuando habla de Ingrid Bergman, confunde la película Under Capricorn (1949) por Notorius (1946); y por último, cuando hace referencia a la película de Jonathan Demme, Something Wild (1986), dice que su punto de partida es una reunión de antiguos alumnos, secuencia que en cambio se sitúa a la mitad de la película. Lamentable.
La obra de Lynch irá mutando en el tiempo: debido a su gran ambigüedad y riqueza, las generaciones venideras acabarán llegando a conclusiones que hoy se hacen impensables: que El hombre elefante es la mejor película realizada por Lynch, que Blue Velvet es realmente un bluff o una mal relectura de aquel libro de Baudrillard titulado América, que Mulholland Dr. es una telenovela erótica de mal gusto, que Corazón salvaje es una versión enfermiza de El mago de Oz, que Carretera Perdida es un cuento inédito de E. A. Poe, que Inland Empire es un sueño lacaniano bautizado con el nombre de la tesis forestal de su padre Donald Walton Lynch, que Twin Peaks es una oda a la electricidad sacada de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, que Dune fue una película rodada por Lynch pero montada por un productor cobarde, que Una historia verdadera es una película de Disney y que Cabeza borradora es el laberinto del cine más tenebroso desde Beckett, película que influyó en todo el cine posterior, incluyendo a la saga de Star Wars (De hecho, George Lucas le propuso dirigir El retorno del Jedi, pero lo rechazó para hacer Dune, una superproducción de 40 millones de dólares que sólo consiguió recuperar 30, por la que se la tachó de fracaso y en la que además -como ya se ha dicho- sólo se le permitió rodar, no montar. Debido a lo cuál, Lynch nunca la aceptó dentro de su filmografía, a pesar de que vista hoy, su bizarrismo dadá gana con el tiempo y a pesar del bárbaro remake de Villeneuve, está considerada como una obra de culto).
Todas mis películas son acerca de mundos extraños, mundos a los que nunca podrías ir a menos que los construyas y los reproduzcas en una película. Eso es lo que verdad me importa de las películas a mí: ir a mundos cada vez más extraños.
David Lynch tuvo cuatro hijos -Jennifer Chambers Lynch (1968), Austin Jack Lynch (1982), Riley Lynch (1992), Lula Boginia Lynch (2012)- de cuatro mujeres distintas: Peggy Lentz (matr. 1967; div. 1974), Mary Fisk (matr. 1977; div. 1987), Mary Sweeney (matr. 2006; div. 2006) y Emily Stofle ( matr. 2009; div. 2023).
Mantuvo una relación con Isabella Rossellini (1986-1991) que acabó siendo imposible a pesar de su gran afinidad; cuando Lynch la conoció no sabía que era la hija del creador del Neorrealismo.
Fumaba 40 cigarrillos suizos al día, o sea, dos paquetes de Parisienne People, que a los 78 años le produjeron un enfisema pulmonar. Su mente era de otro mundo, pero no su cuerpo.
El misterio es lo que más amo, es el magnetismo de la vida, y me resulta maravilloso saber que de la mayoría de las cosas no conocemos absolutamente nada.
Es mejor no saber mucho sobre lo que significan las cosas o cómo pueden interpretarse, o tendrás demasiado miedo para dejar que las cosas sigan sucediendo.
No creo que la gente acepte el hecho de que la vida no tiene sentido. Creo que hace que la gente se sienta terriblemente incómoda. Parece que la religión y el mito se inventaron contra eso, tratando de darle sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario