sábado, 20 de septiembre de 2025

septiembre 25 . EL ALMUERZO DESNUDO: SUCCIÓN O INMERSIÓN

 

 

 El almuerzo desnudo

(1991)

David Cronenberg 


 
Sólo hay una cosa de la que puede escribir un escritor: lo que está ante sus sentidos en el momento de escribir... Soy un aparato para grabar... No pretendo imponer «relato», «argumento», «continuidad»... En la medida en que consigo un registro Directo de ciertas áreas del proceso psíquico, quizá desempeñe una función concreta... No pretendo entretener...
 

—Eso era el año de la fiebre bovina, cuando se moría todo, hasta las hienas... Así que allí estaba yo, en las fuentes del Culodemono, y sin una gota de vaselina. Cuando llegó por paracaídas mi gratitud fue indescriptible. Por cierto, que hasta ahora no se lo había contado a ningún bicho viviente... plagas esquivas... —su voz resuena a través del vasto vestíbulo vacío de un hotel estilo 1890, terciopelos rojos, plantas, de caucho, dorados y estatuas—. Fui el único blanco iniciado en la infame Sociedad Agouti, que presenció y participó en sus ritos innombrables.

 
El tiempo salta como una máquina de escribir estropeada, los chicos ya son viejos, caderas jóvenes estremeciéndose y retorciéndose con espasmos juveniles se ensanchan y ablandan, asentadas en la taza de un retrete, un banco del parque, un muro de piedra bajo el sol de España, la cama hundida de una habitación amueblada (fuera, casas baratas de ladrillos rojos, luz diáfana del sol de invierno)... retorciéndose y temblando en ropa interior sucia, buscándose una droga en el amanecer enfermo sin droga, en un café moro murmurando y babándose—, los árabes susurran Medyub y se escabullen.

 
Paul decía más de lo que sabía, es realmente un mal bicho, al hablar de los hombres que se acuestan con hombres y hacen cosas inconvenientes. Inconvenientes es la palabra. Quién quiere pasar por una pija camino de un coño, y cuando un individuo está salido con muchas ganas de tirarse a una zorra, aparece de inmediato un perverso desconocido y le hace cosas inconvenientes en el culo.

 
«Posesión», lo llaman... A veces una entidad se mete en el cuerpo —perfiles vacilantes en amarilla mermelada de naranja— y las manos se mueven para destripar a la puta que pasa o para estrangular al feto con la esperanza de aliviar la escasez crónica de viviendas. Como si yo estuviera normalmente allí, pero sujeto a perder la cabeza de vez en cuando... ¡Falso! ¡Nunca estoy aquí... ! Algo que nunca posee totalmente, pero de alguna manera está en situación de impedir movimientos imprudentes... Patrullar es, de hecho, mi ocupación principal... Por severas que sean las medidas de Seguridad, siempre estoy Afuera, en algún sitio, dando órdenes y Dentro de esta camisa de fuerza de mermelada que cede y se deforma, pero que se rehace siempre antes de cada movimiento, pensamiento, impulso, marcado por el sello de la inspección ajena...

 
A. J. había adulterado el agua y metido una raíz sudamericana que convierte las encías en puré. (Oigo hablar de esa planta a un viejo buscador de minas alemán que se está muriendo de uremia en Pasto, Colombia. Se cree que crece en la región de Putumayo. Nunca localizó ninguna. No la buscó demasiado... El mismo individuo habla de un bicho parecido a un saltamontes grande que se llama xiucutil:
—Es un afrodisíaco tan potente que si se te posa uno encima y no puedes encontrar una mujer inmediatamente, te mueres. He visto a los indios correr de un lado a otro para escapar al contacto de ese animal.

 
Puedes meterte en EL ALMUERZO DESNUDO en cualquier punto de intersección... He escrito muchos prefacios. Atrofian y amputan lo espontáneo como se amputa el dedo pequeño del pie en una enfermedad del África Occidental limitada a la raza negra y la rubia que pasa exhibe su tobillo de bronce cuando un dedo con la manicura hecha salta por la terraza del club, recuperado y puesto a tus pies por un Lebrel Afgano...
EL ALMUERZO DESNUDO es una heliografía, un Manual de Bricolaje... Lascivias de negros insectos se abren en vastos paisajes de otros planetas... Conceptos abstractos, desnudos como fórmulas algebraicas, reducidos a estiércol negro o a un par de cojones envejecidos...
Manual de Bricolaje que extiende los planos de la experiencia al abrir la puerta al final de una gran sala... Puertas que sólo se abren en Silencio... EL ALMUERZO DESNUDO exige Silencio al Lector. Por lo demás, éste se toma el pulso...
 
 
Los escritores hablan del dulce olor enfermizo de la muerte, cuando cualquier yonqui puede asegurar que la muerte no tiene olor... y al mismo tiempo un olor que corta la respiración y olería a través de las circunvoluciones color rosa y los carnales filtros de sangre seca... el olor a muerte es inequívocamente un olor y ausencia total de olor... la ausencia de olor hiere el olfato primero porque toda vida orgánica tiene olor... se siente la suspensión del olor como los ojos sienten la oscuridad, los oídos el silencio, el sentido del equilibrio y el de localización, la tensión y la falta de peso...


Yo, William Seward, capitán de este metro lleno de fumadores de hash, voy a domar al monstruo del lago Ness con una inyección de rotenone y voy a hacer un rodeo a la ballena blanca. Reduciré a Satanás a la Obediencia Automática, y sublimaré a los perversos subsidiarios. Desterraré al candirú de vuestras piscinas y promulgaré una bula acerca del Control de Nacimientos Inmaculados...

 

 

 

 

SEPTIEMBRE 25






Hearts and Minds
(1974)

Peter Davis



 


La victoria final dependerá de los corazones
y las mentes de la gente que realmente vive ahí fuera

Lyndon B. Johnson
 
 

 



Coppola hizo su película como los americanos hicieron la guerra —en este sentido, es el mejor testimonio posible— con la misma desmesura, el mismo exceso de medios, la misma monstruosa candidez y el mismo éxito. La guerra como atrincheramiento, como fantasía tecnológica y psicodélica, la guerra como una sucesión de efectos especiales, la guerra convertida en película incluso antes de ser filmada. La guerra se autoabolió en su prueba tecnológica, y para los americanos fue principalmente eso: un campo de pruebas, un territorio gigantesco para probar sus armas, sus métodos, su poder. Coppola no hace otra cosa que eso: probar el poder de intervención del cine, probar el impacto de un cine que se ha convertido en una maquinaria inmensa de efectos especiales. En este sentido, su película es realmente la extensión de la guerra por otros medios, la cúspide de esa guerra fallida, y su apoteosis. La guerra se convirtió en película, la película se convierte en guerra, las dos están unidas por su hemorragia común en la tecnología.




 





 
 La guerra real la libra Coppola como la libraba Westmoreland: sin contar la ironía inspirada de tener bosques y aldeas filipinas bombardeadas con napalm para recrear el infierno del Vietnam del Sur. Uno lo repasa todo a través del cine y uno empieza de nuevo: la alegría moloquiana de filmar, la alegría sacrificial de tantos millones gastados, de semejante holocausto de medios, de tantas desventuras, y la notable paranoia que desde el principio concibió esta película como un evento histórico, global, en el que, en la mente del creador, la guerra de Vietnam no habría sido otra cosa que lo que es, no habría existido fundamentalmente —y es necesario que creamos en esto: la guerra de Vietnam "en sí misma" quizás de hecho nunca sucedió, es un sueño, un sueño barroco de napalm y de trópicos, un sueño psicotropico que no tenía como objetivo una victoria ni una política en juego, sino, más bien, el despliegue sacrificial, excesivo, de un poder que ya se filmaba a sí mismo a medida que se desarrollaba, quizás esperando nada más que la consagración de una superpelícula, que completa el efecto de espectáculo masivo de esta guerra.
 
 
 













 



 
Ninguna distancia real, ningún sentido crítico, ningún deseo de "conciencia" en relación con la guerra: y en cierto sentido esta es la cualidad brutal de esta película —no estar podrida con la psicología moral de la guerra. Coppola puede ciertamente adornar a su capitán de helicóptero con un ridículo sombrero de caballería ligera, y hacerlo aplastar la aldea vietnamita al son de la música de Wagner —esas no son señales críticas, distantes, están inmersas en la maquinaria, son parte del efecto especial, y él mismo hace películas de la misma manera, con la misma megalomanía retro, y el mismo furor no significante, con el mismo efecto payasesco a toda máquina. Pero ahí está, nos golpea con eso, está ahí, es desconcertante, y uno puede decirse: ¿cómo es posible semejante horror (no el de la guerra, sino el de la película estrictamente hablando)? Pero no hay respuesta, no hay veredicto posible, e incluso uno puede regocijarse en este truco monstruoso (exactamente como con Wagner) —pero siempre se puede rescatar una pequeña idea que no es desagradable, que no es un juicio de valor, pero que te dice que la guerra de Vietnam y esta película están cortadas por la misma tijera, que nada las separa, que esta película es parte de la guerra —si los americanos (aparentemente) perdieron la otra, ciertamente ganaron esta. Apocalypse Now es una victoria global. Poder cinematográfico igual o superior al de los complejos industriales y militares, igual o superior al del Pentágono y de los gobiernos. 


















 
Y de repente, la película no carece de interés: ilumina retrospectivamente (ni siquiera retrospectivamente, porque la película es una fase de esta guerra sin fin) lo que ya era una locura en esta guerra, irracional en términos políticos: los americanos y los vietnamitas ya están reconciliados, justo después del fin de las hostilidades los americanos ofrecieron ayuda económica, exactamente como si hubieran aniquilado la jungla y los pueblos, exactamente como están haciendo su película hoy. Uno no ha entendido nada, ni de la guerra ni del cine (al menos este último) si no ha captado esta falta de distinción que ya no es ni ideológica ni moral, de bueno y malo, sino de la reversibilidad de la destrucción y la producción, de la inmanencia de una cosa en su propia revolución, del metabolismo orgánico de todas las tecnologías, de la alfombra de bombas en la tira de película.
 










 
 

  
 
 







 
 








 









 
 




 






 





 
 
Extractos de Jean Baudrillard sobre 'Apocalipsis Now', sacados de su obra 'Simulacra y Simulación' (1981)