lunes, 27 de agosto de 2012



SÁTANTÁNGO 
(1994)

Bèla Tarr



Una habitación donde reside la traición y el amor, la mentira, una mujer, un amante...
las sombras hablan de su propia sospecha sobre lo que sucederá.



Dos hombres venidos de ultratumba, caminan por el desierto para volver a ver 
la destrucción del mundo. Ellos mismos son lo que sucederá.





Los paseos se hacen interminables en busca del bebedizos mortales. Se entierra el oro porque nadie se fía de nadie; existe un plan del que sólo el mundo conoce su existencia. Se esconden en las esquinas.
Bailan en medio de la noche, bajo la lluvia, pero aún nadie sabe por qué.
Los muertos vienen del otro lado, pero nadie cree en los fantasmas.
Un hombre del más allá viene portando la libertad sin saberlo.




Ella le dice al animal: por favor, muérete para que tenga algo que echar de menos en este mundo, algo por lo que afligirme cuando ya no esté aquí. La niña que ve las sombras se convierte en la asesina de la luz. El animal no puede comprender cómo un ser tan inocente  puede ser la sospecha de las sombras, el sueño eterno.










Ella es el animal que nunca comprendió que no hay salida.
Ella avanza porque sabe hacia dónde va. Tan temprano.
Ahora ella es el animal, pues ella ha matado. Ahora es un espíritu que vaga 
buscando la felicidad.
Los muertos van y vienen a su antojo por este camino de árboles, a través de estas
tierras infinitas que se relamen el silencio.






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