martes, 8 de octubre de 2013






VAMPYR
(1932)

Carl Theodor Dreyer





Cuentan que Julian West fue un vampiro que vivió mil vidas desde que interpretó a Allan Grey. Julian West fue un misterioso actor que no era precisamente un actor, sino un gentleman al que le gustaba coquetear con la muerte de una forma especial. Dicen que Julian West llegó a hipnotizar a traición a Dreyer para que le concediera el papel protagonista de Vampyr, un papel que curiosamente fue el primero y el último de la carrera de West, siendo éste el que le lanzó a la posteridad del cine.
Julian West nació en Paris siendo el Baron Nicolas de Gunzburg, un extraño personaje descendiente de una misteriosa saga familiar de polacos aficionados al satanismo y a los fantasmas. La primera vez que Julian West figuró con ese nombre, fue precisamente en los créditos de la película de Dreyer. Nadie sabe por qué se cambió de nombre ni cómo convenció a Dreyer, pero lo que sí se sabe es que Vampyr marcó inevitablemente su destino.
Después de estrenarse con un rotundo fracaso de público y crítica, Vampyr quedó de alguna manera olvidada y apartada para siempre injustamente. Viéndola hoy, disfrutando de su brillantez y de su belleza, aún no se comprende cuál fue el extraño motivo de su obligada marginación. Después del fracaso, Julian West entró en una profunda depresión y estuvo algunos años desaparecido. Por otro lado, Dreyer pasó una decada sin hacer películas, sin la posibilidad de poder realizar un sólo proyecto personal; Vampyr se transformó en una maldición.

¿cuál fue el motivo que arrastró al ostracismo a estos dos talentosos artistas?

Años más tarde, Julian West se retiró a New York para ganarse la vida como un dandi, junto a un tal Erich Oswald Stroheim, un estravagante buscavidas austrohúngaro. Se dice que entre los dos llegaron a ganar millones de dólares explotando el simple arte de la seducción; era dos expertos truhanes, decididos a triunfar. Se inventaron la boyante historia de que ambos eran barones austríacos de alta alcurnia y bromeaban con el hecho de que por las noches, sobre todo en luna llena, se transformaban en vampiros y castigaban a todos aquellos que no cumplían sus peticiones. Se hicieron muy populares y toda sus compañías les reían las gracias, pero su encanto hechizante y la siniestra forma en que vestían los dos supuestos austrohúngaros, hicieron dudar a más de uno sobre quiénes eran en realidad esos dos tipos. Muchos creyeron la historia de los vampiros.
Pronto, West se interesó por la moda y Stroheim -ya convertido en Von y vistiendo monóculo, uniforme y botas- se empeñó en el cine. A pesar de las advertencias de West, Stroheim intentó hacer películas y así, con su tozudez imperial, llegó a hacer diez personalísimos films de enigmática factura, entre los que se encuentran joyitas como Avaricia (1923) o Queen Kelly (1928). Todas sus películas fueron un enorme fracaso y de hecho, la mitad de ellas, o no fueron estrenadas o quedaron incompletas -por ejemplo, su segundo film: The Devil's Passkey, se perdió incomprensiblemente y sólo se sabe algo de él por alguna nota de prensa de la época-. Parece ser que Stroheim, a pesar de su voluntad, estaba marcado también con una suerte maldita.
Tal vez la culpa la tuvo Julian West, tal vez la tuvo el Diablo (pues ya se sabe que a veces viste de Prada).
Pensado así, el cine puede llegar a ser un tipo de vampirismo (a Ivan Zulueta le encantaba Vampyr), una experiencia hipnótica infundido por la pantalla; una imagen que te roba el alma. Nadie sabe cómo ocurre, pero gente como Julian West sí sabía cosas distintas, sabía secretos de esos que nunca se cuentan y sabía que el cine era la única manera de vivir cosas como su propia muerte, pues sabía que una vez filmado, su rostro podría vivir eternamente. Lo que pocos saben, es que en realidad Vampyr se llamó originalmente Der Traum des Allan Grey o lo que es lo mismo, El sueño de Allan Grey, lo cual parece dar una esclarecedora pista sobre la verdadera intención de la obra. Muchos son los misterios que planean sobre la extraña filmación que Dreyer realizó en 1932, basándose en uno de los relatos de In a Glass Darkly (1872), un librito del famoso escritor romántico Joseph Thomas Sheridan Le Fanu, quien escribió en este libro, uno de los primeros relatos sobre vampiros que se conocen en la literatura. Teniendo en cuenta dicho relato, Dreyer consiguió filmar su propia imagen de la muerte o lo que es lo mismo, conseguir imitar la sensación de verse muerto en una imagen a través del rostro de West. Si se pone atención, se podrá comprobar cómo hay partes de la película que parecen filmadas por  un vampiro volante o un fantasma evanescente y esto no lo digo yo, sino David Lynch, quien siempre ha adorado al cineasta danés y en particular, a esta película. Lynch realizó su homenaje personal a la idea del vampiro filmante, en una de las secuencias más famosas de Lost Highway, cuando la pareja protagonista es filmada por un extraño espíritu mientras duermen en la habitación. Lynch dice que aprendió a filmar el misterio viendo Vampyr (dicen que en los años 80´, Lynch no paraba de ver esta película y que casi se vuelve loco) y que por eso hizo Blue Velvet (1985). Detrás de la puerta de su despacho, Lynch tiene un póster con la cara de Dreyer al que ha dibujado dos colmillos.
No le ha confesado a nadie el por qué (Lynch sabe cosas).
Existen otros rumores acreditados que afirman ésta misma teoría, y que no dudan que Dreyer fue un auténtico vampiro, gracias a lo cuál sometía a sus actores con sus potentes encantos nigromantes, haciéndoles esclavos insomnes y voluntariosos (sólo hay que ver películas como Ordet o Gertrud para darse cuenta de su poder hipnótico). Existe una leyenda en los Países Bajos que explica el modus operandi a la hora de enterrar a un vampiro: simplemente hay que sepultarle bajo una gran roca. Dreyer murió en 1968 y fue enterrado en el cementerio de la iglesia de Frederiksberg en Copenague, inexplicablemente, bajo una enorme roca.
Todo sea una coincidencia.
La transcendentalidad de todas sus películas habla de una naturaleza necrofílica y perversa, que se ha confundido con religiosidad y metafísica, aunque poco más se sabe del tema. El río sigue corriendo. Lo que si se sabe es que durante el rodaje de Vampyr, Julian West hablaba como hechizado, andando sonámbulo por el set. Dicen que Dreyer tuvo muchos problemas con él y que discutían durante horas, pues West llegaba muy tarde al rodaje, casi de noche, sin explicación ni motivo y recitaba pasajes enteros de aquel relato llamado Carmilla de Sheridan Le Fanu. Posteriormente, Julian West se dedicó a la moda y pasó a la historia por ser uno de los mejores especialistas de EEUU en el mundo de la alta costura.
Actualmente no se conserva ninguna foto suya.
Algunos dicen que nunca existió y que sólo se trató de una leyenda de Hollywood.
Otros siguen pensando que es un vampiro y que sigue vivo.
Muchos menos son los que piensan que Julian West quedó atrapado eternamente en el sueño de Allan Grey, lo cual es al menos intrigante.
Si toda esta historia que cuentan es verdad, ¿quién es realmente Allan Gray?
¿Fue su sueño la película de Dreyer?
¿Cuántos sueños conviven en el film?
¿Quién es el verdadero vampiro: Dreyer, Grey, West
o el propio cine?



















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