miércoles, 9 de octubre de 2013






MINNI AND MOSKOWITZ
(1971) John Cassavettes
PIERROT LE FOU
(1965) Jean-Luc Godard





¿De qué trata el cine exactamente?
El cine es un campo de batalla: amor, odio, acción, 
violencia y muerte. En una palabra: emoción.

Samuel Fuller



En el juego del amor todo vale; en el juego del cine también.
Godard y Cassavettes juegan con el cine para comprender un sentimiento muy concreto, tratado desde un punto de vista casi mágico. Se suele decir: eso son cosas que sólo pasan en las películas y tal vez, en esa simple bagatela, se esconde la verdadera filosofía practicada en los films presentes. Se trata básicamente de estirar la realidad de lo posible hasta el máximo, mostrando su versatilidad, su campo de acción, su velocidad, su melodía, su violencia. Es curioso ver cómo dos cineastas coinciden en desarrollar la idea del amor como romanticismo, y cuando digo ésto, me refiero al término romanticismo como ideología, como bastión de las pasiones, de la expresión, de la libertad.
Tanto Minni and Moskowitz como Pierrot Le Fou, desarrollan los caminos del azar guiados por el amor en un mundo loco -como diría Onetti-, un mundo que no tiene un sitio para ellos, esos personajes perdidos y aburridos en la maraña de lo cotidiano, de la rutina, de la vida pasiva. Así, Godard y Cassavettes lanzan en un cohete de aventura a sus personajes y al mundo en general hacia los campos del sentimiento, de la utopía; a ese mundo de la pareja prácticamente intransitable. Sí es cierto que la película de Godard es mucho más sofisticada que la de Cassavettes, pero es igual de infantil e igual de graciosa y es igual de trágica e igual de feliz, pues finalmente hablan de lo mismo. Sí es cierto que Cassavettes utiliza un estilo más parco, con menos elementos, menos barroco y por eso su film es más engañoso, pues cuando te enfrentas a Minni and Moskowitz, crees que entras en una realidad pura y sucia, pero al correr el metraje, vas descubriendo que también es un sueño, una visión muy parecida a la de Godard, un intento de evasión de la regla dentro de un mundo muy particular donde ocurren cosas que normalmente no ocurren. Por eso es curioso observar cómo ese extraño hiperrrealismo de Cassavettes, se emparenta con el curioso manierismo pop godardiano, siguiendo esa linea del alambre del amor y del cine, de su obsesión por las cosas, de su terquedad y resistencia por mostrarlas tal y como aparecen dentro de ellos mismos, liberando al deseo para que haga lo que quiera donde quiera y todo parezca un cuento de hadas que no siempre es triste, que no siempre es alegre.
Dicen que en entre otras cosas, Godard hizo Pierrot le fou para despedirse de Anna Karina y de un cine que él sabía, se iba a marchar con ella; Godard nunca más volvería a filmar de la misma manera. Cassavettes estuvo con Genna Rowlands toda su vida, pero se cuenta que su relación fue muy atormentada y tal vez, Cassavettes ideó Minni and Moskowitz para que no se le olvidara el amor, para que no se le olvidara -aunque sólo fuera una idea- que el amor puede ser eso, un baile, una persecución, una canción, un hechizo; Cassavettes nunca más volvió a hacer una película parecida. A través de sus formas, los dos filmes afirman que el amor es lo más vital cuando se vive al máximo, es lo más parecido a aquello que llamamos libertad, aunque nunca sepamos qué signica esa palabra y por eso estas dos películas son importantes y por eso estos dos artistas, también lo son.
Godard, hoy sigue encarnando el cine.
Cassavettes ya murió, pero su cine aún late.
Ellos son la sístole y la diástole de la modernidad, un momento que aún no ha terminado del todo aunque lo quieran llamar como lo quieran llamar, pues la batalla sigue siendo la misma y el objetivo debe seguir siendo la búsqueda de la emoción.




















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