jueves, 31 de julio de 2014





CORRESPONDENCIAS
JONAS MEKAS / J. L. GUERIN





1.

Hay dos hombres que intentan vivir persiguiendo pequeñas películas del azar, empujados por un viento que sopla donde quiere, que les lleva caprichosamente de un lado a otro sin motivo aparente. Intentan reactivarse con la energía de la vida, con los sencillos hechos que les rodean; sacrifican su vida a una mística cotidiana de la luz y el movimiento. Todo gira ante sus ojos como un tiovivo infinito, estupefactos ante aquello que no se detiene por nada ni por nadie.


2.

Uno de los dos se pierde por los jardines y mira qué ocurre entre las rejas, qué vive sobre la hierba, qué se esconde bajo la nieve o cómo suena la nota improvisada de un piano. Atiende con la misma atención, a una voz anónima que canta o al quejido de un edificio de la esquina. Cualquier cosa puede encerrar el tesoro, pero sólo unas cuántas cosas mantienen ese privilegio. Estar alerta, caminar, seguir las huellas. Parado frente a un cartel, lee: Fui a los bosques porque quise vivir sin historias, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida. Dejar de lado todo lo que no fuera vida para no descubrir, en el momento de la muerte, que no había vivido.


3.

El otro está en su casa y mira un árbol. El árbol es viejo pero hay algo nuevo en él; una nueva estación que llega y se va. Él colecciona todas las estaciones de la vida en una cajita oscura donde las ve una y otra vez, para divertirse, para emocionarse; en esas antiguas imágenes, aún se ve algo de la vida. Para viajar al pasado, estaría bien tener tres manos para poder coordinar todo lo que ha sucedido, lo que sucede y lo que sucederá. Sus imágenes respiran muy rápidas, pero se las mira de una forma lenta, casi congeladas. No para de repetir las mismas palabras, no para de ver las mismas estaciones; siempre distintas, siempre iguales. De repente, se encuentra con él mismo y se observa cara a cara, risueño, disfrutando de esa extraña realidad de verse a así mismo y el tiempo, por un momento, se hace real para desaparecer de nuevo. Lo siguiente que ve es un perro, lo cuál resume su oficio en ese solo hecho; esto es lo que hace un director de cine: mirar a un perro. Después de una vida persiguiendo lo imposible, decide imaginar una última película, juntando todos los restos que le quedan de sus paseos. Vuelve a la ventana y se da cuenta que en primavera los árboles se vuelven totalmente majaras.


4.

El tipo de los jardines navega ahora en un barco donde conoce a una chica que será asesinada en el futuro. Tiene una mirada hermosa y él se enamora de su ligereza, de su honestidad, de su mirada. Sobre las olas, él piensa en los festivales de cine y en su inutilidad para que el cine continúe. A él le importa el cine y busca motivos para seguir persiguiéndolo. Olvida los festivales y se pierde mirando hojas de árboles, turulato, observa su movimiento, su fragilidad, su fascinante facilidad para asumir los días. Luego piensa en la chica que mataron en Manila.


5.

El otro visita un cementerio, pero no se entretiene en las tumbas; ha descubierto que los cuervos roban los pétalos más hermosos de las criptas. Le roban algo precioso al mito de la muerte y a la parafernalia del eterno polvo. Mira los ataúdes y mira el volar de los pájaros; el negocio de la realidad y la poesía... Se da cuenta de que lleva toda su vida cazando detalles, manteniendo la necesidad de hacerlo, y al intentar explicar la razón se queda absorto, dándose cuenta que no puede inventar palabras para algo tan absoluto como eso. Es mi vida, se dice, sólo es eso. Esa es la grandeza de la vida: seguimos vivos y no podemos explicar por qué. La vida no requiere explicaciones, sólo hay que tirarse a la piscina que cada elija, pero nada más. Confiesa: Si sigo cazando es para mantenerme despierto.


6.

Vuelve el tipo de la chica asesinada, pero ahora está en otro sitio. Está obsesionado con el cine y su representación. Dice desconfiar de la tecnología, y confiesa que no sabe muy bien cómo enfrentarse a las cosas para que sucedan entre sus manos de la manera más justa; de una justa manera. Acepta los límites para perseguir e inventar historias. Quiere hacerlo; sin querer está inventando una pequeña forma donde todo sucede.


7.

En una habitación, el tipo que mira los árboles, habla de los sueños. Afirma que la realidad no puede salvarnos por sí misma, pues hace lo que quiere. Nuestra voluntad no es suficiente y hay que soñar para crear realidades verdaderas. Toda la realidad objetiva es una mera falsificación, una utopía de la percepción, una posibilidad que han convertido en un error. Hay que empezar a crear un nuevo diccionario para las cosas y revisar todas las palabras para empezar de cero. Hay que encomendarse a un fragmento del paraíso y volar sobre una paloma en medio de la noche. 


8.

Jonas Mekas es la imagen del cine que nunca dejaron crecer, el nuevo horizonte que se abre paso a pesar de los pesares. Jose Luis Guerin es la obsesión de ese niño indefenso que está perdido y solo entre la multitud, ¿en qué momento de la historia del cine los artistas han estado tan solos? El hombre obsesionado por el cine visita el cementerio de una isla donde las hormigas se comen a Yasuhiro Ozu. Allí descubre que el silencio del cine aún está vivo. Todo se mueve en las entrañas. Finalmente contempla el salvaje esfuerzo de dos diminutas hormigas por arrastrar algo impensable; si una de ellas suelta un extremo, todo se caerá.
Después mira un árbol y se transforma en el otro tipo, en el de los sueños y el de los sueños desaparece al mismo tiempo, pues uno parece ser el sueño del otro y los dos consiguen dejar de ser hombres y aparecer dentro de esa cajita oscura donde todo sucede de nuevo y siempre en una nueva película del azar.







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