miércoles, 5 de diciembre de 2012



LA SELVA Y EL CINE;
UN MILAGRO
(origenes del cine del s. XXI)






Nadie puede salir de la selva. A partir de un momento, todo se condensa en la vorágine, todo se va mezclando y confundiéndose sin solución de continuidad; las plantas crecen para destruir el alrededor y la carne cae al suelo para revolcarse. La selva es cada vez más grande y nadie sabe dónde acaba y todo parece el mismo sitio, el mismo lugar. En lo más profundo de ese cine o esa selva -llamémoslé como queramos- es donde ahora nacen los sueños, donde se protegen de la falsedad exterior y de las carreteras que siempre van al mismo sitio y nos dejan con esa sensación triste y vacía al mismo tiempo. En la selva existe un silencio que nunca se calla, un sonido que nos deja inventarnos sin excusa, sin concesión; un paraíso para rajarse el pecho de lado a lado o para hacer el amor sin que nadie te espíe -al menos alguien de este mundo-, una cuna donde podrás soñar que aún existe eso que se llama libertad; para dejar de ser esclavo hay que abandonar este mundo. La selva dice que es el jardín del que fuimos expulsados, por eso nos sentimos extraños y desnudos en su seno, pero familiar y feliz a cada paso que damos en sus visiones. El cine de principio de siglo, el cine que sueña con un ojo y QUE se mira con el otro, es un laberinto virgen, una cuña y un hacha para sobrevivir. Películas como La ciénaga (2001) de Lucrecia Martel, Blissfully yours (2002) de Apichatpong Weerasethakul, Los muertos (2004) de Lisandro Alonso o Naturaleza muerta (2006) de Jia Zhang Ke lo atestiguan. Una parte del cine contemporáneo cree ciegamente en la selva como escenario de sus más hermosas y secretas manifestaciones. Los cuerpos aparecen sin permiso en el caos de la naturaleza, en el laberinto de las hojas y en los túneles de hierba. El destino de sus personajes es acabar perdidos, mirando a todos lados sin referencia, sin saber exactamente dónde se encuentran, preguntándose qué hacen allí sin temor, contemplando y respirando, envejeciendo rápidamente para convertirse en parte del río; de alguna manera, este nuevo cine o este nuevo uso del cine, parece el resultado de una nueva mentalidad cercana a un budismo primitivo, hermano precisamente con aquel de Benarés.
Este nuevo cine no representa una semilla para el futuro, sino más bien, una purificación, un silencio necesario para volver a empezar; la instauración de una tábula rasa repleta de nuevos y fructíferos caminos llenos de lianas y animales salvajes con mucho hambre.
La selva esconde su propia tragedia y su propio cine, su propio lenguaje de signos, su rastro peculiar, su melodía, sus senderos que se bifurcan. Aisladas del mundo, estas almas cinematográficas quedan aisladas y quietas mirándose unas a otros, bautizándose así mismas, siendo por primera vez, dueñas de sus propios miedos, de sus infinitas debilidades, escuchadas por el silencio que atrapa sus gemidos y sus horrores, dañándolas y curándolas a la vez, manteniéndolas lejos del exterior, donde, por el momento, nada parece existir.











viernes, 30 de noviembre de 2012





PARIS, TEXAS
(1984)

Wim Wenders




Yo coma tú.
Cuántos días quedan sin mirar atrás, cuánto, dime, cuánto hay que alejarse para poder disculparnos las cicatrices, para sobarnos el estómago y pensar que fuimos felices sin retorno, los más extraños en todos los paraísos y aunque ahora nos parezca imposible, una vez, fuimos aquellos abrazados a las cosas de la manera más bella, sin preocupar a todo lo demás.
Ahora somos los espectros del silencio, el contacto del Azul con el Rojo, otro mundo muy inexplicable lleno de agujeros irreconocibles donde el pasado no existe ni existirá. Ahora, podemos decirnos las cosas sin darnos cuenta de que fuimos nosotros los que representamos el Amor, los que dejamos sus huellas en esta arena del Mundo que se nos cae de los bolsillos, llenando un desierto imposible de cruzar.
Por eso, existe un lugar que nadie quiere, por el que sacrificaremos cualquier cosa, donde sólo hay piedras y arena, casi sin pisar.
Tú, coma yo.









Honor de Cavallería 
(2008)

Albert Serra




LAS MUTACIONES DEL ESPÍRITU



Las cosas ocurren aparentemente, se suceden y se dejan llevar por los cambios materiales que configuran el mundo de las apariencias. Toda apariencia es una representación de una idea, es el simulacro de un convencimiento que se va haciendo real en función a la calidad de su persistencia. Hay cosas que resisten el solapamiento de los sucesos, o sea, que resisten la mecánica de la Historia, manteniendo la esencia de su origen, la fuerza que los vio nacer. Los hombres siempre han hecho lo mismo en el mundo: han intentado apropiárselo para poder entenderlo, para tranquilizar a su corazón y sosegar su incertidumbre. Hay hombres que se han apartado de lo demás, para demostrar que la vida inventada a través de generaciones, no es más que una mentira y éstos, convencidos de que el mundo es otra cosa, han sacrificado su cuerpo por su espíritu y lo han dejado andar, perdido por los bosques. 
El hombre necesita silencio y plenitud, necesita aventura y amaneceres; es un animal sin nombre que no sabe a quién pertenece. Por eso hay hombres que llevan una historia por dentro que les salva de lo demás, que se despojan de todo y que viven desnudos, muy vulnerables ante cualquier suceso, tan convencidos de que la vida es interior, que todo se transforma ante sus ojos, aunque fuera no parezca pasar nada, todo se convierte en un fake de lo que realmente debería estar pasando. Es hermoso ver cómo un sueño nunca termina, ver cómo sigue respirando cada vez más fuerte, aunque cada vez parezca más ridículo y absurdo. Tal vez, ese sueño, en su origen, fue así, tal y como lo vemos ahora, desnudo, sincero, silencioso y todo lo que imaginamos sobre él era un error por nuestra parte; un bosque que no nos dejaba ver lo que el sueño quería mostrarnos desde en principio: algo así parecido al cielo.



(toda apariencia es una sucesión, 
un disfraz que oculta la inexistencia del tiempo, 
la inmortalidad de los deseos)




lunes, 19 de noviembre de 2012




LA REGLA DEL JUEGO (1939)
Jean Renoir
LA DOLCE VITA (1960) 
Federico Fellini
EL AÑO PASADO EN MARIENBAD (1961)
Alan Resnais
EL ÁNGEL EXTERMINADOR (1962)
Luis Buñuel
LA NOCHE (1962)
Michelangelo Antonioni
CELEBRACIÓN (1998)
Thomas Vintenberg





En una noche ocurren tantas cosas que se parecen al amor, que la luna se confunde entre el público y la magia planea hasta los salones para sacar a los fantasmas; Fíjese que las historias de fantasmas son todas iguales, una sola historia. Uno las cuenta como si fueran distintas, como si no hubiera oído diez veces la misma cosa. Fíjese en la importancia que damos a los detalles; si el fantasma es un caballero o una señorita, si empezó a ser fantasma viejo o joven, si tiene cara de angustia o de felicidad sobrehumana...-dice Onetti- y sin saberlo, la historia es la noche y lo que sucede en ella es secreto y violento, en ella muere el tiempo, la luz, el recuerdo, la felicidad, el mundo. El espacio se transforma en un baile de máscaras, con invitados sorpresa, disfraces, sexo, fuentes, ovejas, juegos y mujeres que ríen y lloran, sabiendo que la noche sólo se acabará cuando ella quiera, dejando tiempo para que crezcan los pecados capitales y los decálogos morales se suiciden por la ventana, pues solo resiste la dichosa libertad, solo existe un aliento incapaz de acabarse que provoca a los sentimientos, una obligación de confesión, un afan de aventura y descubrimiento, explorando las sombras y los pesares que la vida, tan breve, brinda hasta nueva orden.


jueves, 1 de noviembre de 2012




SHAME 
2011
Steve McQueen


 




Corre, corre todo lo que puedas, pues nunca alcanzarás a la mentira; es más rápida, es más lista. El silencio de lo subterráneo invade las calles, unos miran a otros para en seguida, desaparecer. Llegar, mirar, marcharse, el final la existencia moderna es el sueño de un voyeaur que sufre porque nada de lo que ve le sacia, nada de lo que siente le alimenta. Las ciudades están vacíadas de sentimientos y la carne ha conseguido conquistar al corazón inexistente de la nada y como un barco a la deriba, el cuerpo se encaya en el otro, cada vez más fuerte, intentando hundirse, insensible. Al final, todo quedará bajo el mar. La ciudad es muy pequeña, pero muchos creen que ese es el único mundo existente, ese es el límite, esa es la jaula de oro digna de oración, pero las oraciones se han caído al río y ya nadie las quiere; siempre se hace de noche y hay que irse a casa. La mentira sólo reconoce a la mentira, lo falso se ha acomodado en la ficción, sustituyendo al fuego, al agua, a la caricia. Sólo pides algo que no te roce, una ilusión de hermosura imperceptible; no quieres saber que el espíritu a huído, lleno de terror, al verte. No puedes tocar nada de verdad y lo sabes; lo real ha quedado prohibido. Quieres amar a un fantasma que en realidad eres tú mismo, pero ni siquiera puedes decir su nombre, pero ni siquiera puedes dormir. En la ciudad ya no existe el amor, o tal vez existe de una manera especialmente irreal, tanto, que se comporta como un cubo vacío donde quieres beber una y otra vez, siempre sediento. Las ciudades son un error del que hablará la posteridad, son el hueco que se lamenta en tu pecho, son la tarde vacía y silenciosa que llega a ser noche, una noche en la que corres desesperado por las calles, pues esa es la verdadera idea que nos envuelve, en eso se ha transformado, en una cosa que corre solitaria y a la deriba con todas sus fuerzas sin saber qué amar o qué perder, con un agujero en el pecho, pisando los restos imposibles de sus deseos, llorando algo que no existe, con lágrimas que ya no saben caer.








martes, 30 de octubre de 2012




EL DESENCANTO 
(1976)

Michi Panero


"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
Wendy se levantó: él lanzó un grito de dolor
James Matthew Barrie, Peter Pan.



 
Pero conoceremos otras primaveras, cruzarán el cielo otros nombres -Jane, Margaret-. El desvío en la ruta, la visita a la Isla-Que-No-Existe, está previsto en el itinerario. Cruzarán el cielo otros nombres hasta ser llamados, uno tras otro, por la voz de la señora Darling (el barco pirata naufraga, Campanilla cae al suelo sin un grito, los Niños Extraviados vuelven el rostro a sus esposas o toman sus carteras de piel bajo el brazo, Billy el Tatuado saluda cortésmente, el señor Darling invita a todos ellos a tomar el té a las cinco). Las pieles de animales, el polvo mágico que necesitaba de la complicidad de un pensamiento, es puesto tras de la pizarra, en una habitación para ellos destinada en el n° 14 de una calle de Londres, en una habitación cuya luz ahora nadie enciende. Usted lleva razón, señor Darling, Peter Pan no existe, pero sí Wendy, Jane, Margaret y los Niños Extraviados. No hay nada detrás del espejo, tranquilícese, señor Darling, todo estaba previsto, todos ellos acudirán puntualmente a las cinco, nadie faltará a la mesa. Campanilla necesita a Wendy, las Sirenas a Jane, los Piratas a Margaret. Peter Pan no existe. «Peter Pan, ¿no lo sabías? Mi nombre es Wendy Darling». El río dejó hace tiempo la verde llanura, pero sigue su curso. Conocer el Sur, las Islas, nos ayudará, nos servirá de algo al fin y al cabo, durante el resto de la semana. Wendy, Wendy Darling. Deje ya de retorcerse el bigote, señor Darling, Peter Pan no es más que un nombre, un nombre más para pronunciar a solas, con voz queda, en la habitación a oscuras. Deje ya de retorcerse el bigote, todo quedará en unas lágrimas, en un sollozo apagado por la noche: todo está en orden, tranquilícese, señor Darling.

  Unas palabras para Peter Pan, de Leopoldo María Panero, 
perteneciente a su libro Así nació Carnaby Street (1970)


PALABRAS DE MICHI PANERO




lunes, 22 de octubre de 2012



THE RETURN
(2003)

Andrey Zvyagintsev





La probabilidad de supervivencia aumenta en cuanto tus recuerdos son felices, en cuanto tus recuerdos no sucedieron. La realidad invade de tristeza el corazón, pues está plagada de sacrificios y querencias que tranforman a cualquiera en un esclavo de los sentimientos. Cuando se intenta recordar un suceso acontecido, se olvida lo terrible del asunto y a la vez, lo hermoso. Tal vez, queda algo siempre, una sensación de las cosas que se intenta transformar en recuerdo, pero que sólo se hace material a partir de las fotografías, de esas momias que sonríen con nuestra cara. ¿dónde ha quedado esa gente? ¿qué ha sido de ella? La felicidad es una pequeña molécula dentro del enorme trasunto de la vida, pero cuando fragmentamos nuestra percepción, podemos congelar un gesto que puede llegar a simbolizar el significado del pasado.
Hay que darse cuenta de que hemos sentido cosas, cosas fuertes y ya no nos acordamos, no nos acordamos de nosotros mismos la mayoría de las veces y la totalidad de la existencia se reduce a completar el espacio inexistente que se abre entre una fotografía y otra, en ese intervalo que ya no podemos completar más que reconstruyendo nuestro rastro, intentando imaginar quiénes éramos cuando sonreíamos así y en qué nos hemos transformado, en si hemos sido dignos de ese bello gesto del pasado que nos sonreía con buenos deseos y más futuro, un futuro que creíamos inmenso y que ahora se va cerrando como una boca somnolienta.
Tal vez, la realidad funciona de esa manera, como un estado en potencia para que las cosas nazcan dentro de nosotros. Pensadolo así, todo es más bello, más hermoso; un mágico salvoconducto para el corazón. Por el contrario, si realmente pudiéramos regresar al pasado, nuestra probabilidad de supervivencia disminuiría en gran medida, al revivir nuestros errores, nuestros aciertos, nuestra estúpida inocencia rodeada de pérdidas y fracasos de los que ya no sabíamos nada y entoces la realidad del pasado aplastaría nuestra imaginación hasta dejarnos sin identidad.

jueves, 18 de octubre de 2012




EL ESPÍRITU DE LA COLMENA 
(1973) 

Víctor Erice



Veo tras la ventana el mundo que deseo vivir y eso es suficiente para mí que deambulo por las noches imaginándome los sueños. No me pidas que te entienda cuando te hablo de mi amor a los fantasmas, de hablar con lo invisible para aprender a desaparecer. Soy algo diminuto que se escapa en las noches con fuego en los ojos, soy algo que calla porque ha besado un secreto. Soy algo que mira para reconocerse más allá de la oscuridad, a través del cuento de la vida que canta el río. Me miro y veo lo más diminuto del universo, lo más hermoso palpitando ahí fuera, pero no puedo decir qué es ni qué soy, sólo intento esta aventura montada en el misterio, montada en la insignificacia de la ilusión que me cabalga sin miedo, delante, sin dejarme pensar en otra cosa. Veo los árboles, la noche, el viento; puedo verlo todo en esa llanura, si me acerco, si le prometo que la visitaré siempre para acariciarla. Cuánto amor pierda, cuánto amor me deje, nada importa, si puedo volver de nuevo, al lugar donde una vez te conocí.






sábado, 6 de octubre de 2012






M (1931)
FRITZ LANG





                                                      [...] M es el todo del cual el espacio 
y el tiempo son meros adjetivos; 
es un todo no meramente analizable en simples realidades, 
aunque en cierto sentido pueda haber centros de condensación, 
como en el mundo del espíritu.
 B.R.









                                             http://www.youtube.com/watch?v=x4GyGpw-3qk






FAT CITY 
(1972) 

John Houston





[...] es muy difícil encontrar a alguien que te quiera por lo que eres. 
Luego, desaparece y es imposible encontrarlo de nuevo.


Imagínate vivir en un mundo donde estás solo, tú, perdido para siempre en ese mundo donde nadie te echará de menos, un mundo donde no pasa ni pasará nada. Imagínate vivir en un mundo en el que te quedas K.O al instante, sin saber muy bien quién eres y qué demonios haces aquí. Imagínate un mundo donde abrazar a la tristeza es la única salvación, un mundo donde la juventud se ha perdido o se ha quedado ebria repitiendo días iguales que quieren pelearse entre sí. Imagínate un mundo donde, al ganar un combate, siempre crees que has perdido y estás tan triste que acabas echando de menos al fracaso,
darle un beso, dormir con él.
Bienvenido a Fat City.





miércoles, 26 de septiembre de 2012




UNCLE BOONMEE WHO CAN
RECALL HIS PAST LIVES
(2010)


Apichatpong Weerasethakul






Nos miran desde la oscuridad, 
pero no nos quieren hacer daño, 
sólo quieren hablar con nosotros. 



El problema de todos los seres vivos -o la existencia de la diferencia-, reside en la multiplicidad de códigos, ¿cómo puedo relacionarme con un gato o con una planta? Bien, ya sé, es una cosa problemática, por eso creo que hay que aprender, poco a poco a hacerlo -empezando por lo más simple-, a establecer conexiones con lo desconocido e intentar descodificarlo; escuchar en silencio, los gestos de lo viviente, es un buen comienzo.
Todo es un misterio, incluso la luz que entra en nuestros ojos y se transforma en un suceso. 
La naturaleza no entiende el tiempo y por eso, a partir de ella, se crearon todas las mitologías, todos los cuentos mágicos que enseñaban a habitar en el mundo (lo que es muy diferente a intentar explicarlo); seguimos sin saber cómo habitar en un mundo que nos negamos a entender. El mito de la mitología ha quedado en nuestra confusa época, como un mero cuento imaginario al servicio de tiempos pasados, en los que la ciencia no contaba ficciones aún, porque quién no se puede tomar nuestra época como parte de una explicación ficcionada, inventada en un laboratorio. 
La ciencia no sabe nada de lo que quiere descubrir, sólo habla de lo que está alrededor de eso que anhela y nos hace sentir que mañana tendrá una explicación (pero la ciencia, en soledad, es muy poco útil).
Por eso es tan importante la naturaleza, porque nos sigue (y nos seguirá) hablando de lo que esconden las cosas, de nuestros propios sentimientos, de las aventuras que sólo podemos sentir; nos habla de nosotros mismos como si todo ello fuera un espejo. Por eso, a veces, aparecen cosas muy extrañas que nos negamos a aceptar, pero sin saberlo, son lo más real que existe, lo más importante que podemos conocer.

Todo lo demás es puro artificio, como si viéramos unos soldados afanosos en medio de una jungla, sin saber qué defender o qué atacar, perdiendo su tiempo, haciéndose fotos con representaciones de la naturaleza; disfraces de nuestra propia imaginación que acaban traicionándonos. 
Así, todo sigue existiendo hasta que llega la enfermedad y luego la muerte y ahí está la importancia de ciertas películas como ésta, un film-refugio donde los hombres hablan de su pasado con serenidad, que aceptan la muerte con amor y que viven sus recuerdos como aventuras en otras vidas, con una muy especial sensación de continua felicidad al sentir que uno, ha sido muchos -tantos como uno haya deseado-, aceptando los misterios del exterior como regalos del universo, como vías para exigir en el misterio, como partes de un todo que nos rodea y que nos quiere decir algo sobre por qué estamos aquí y por qué finalmente, nos vamos
Contar la vida en su totalidad trata de eso, de comprender que no sólo estamos aquí nosotros, sino de que hay muchas más cosas de las que vemos (infinitas) y que pueden ser tan mágicas, como cualquier otra cosa, intentando entendernos los unos a los otros.
Yo a veces, hablo a mis plantas, las acaricio y ellas parecen crecer alegres, floreciendo de todas las maneras posibles. Nunca he entendido sus respuestas, pero sé que se alegran cuando me ven sonreír, al acariciar sus hojas nuevas.


[ Aunque nunca fue florista, decía Antonioni, que no podemos hacer películas con aquello que nosotros llamábamos sencillamente, realidad, pues la vida tiene un ritmo muy distinto (desconocido y evanescente) y eso es lo difícil del cine, el conectar con su esencia, para contar la vida desde ese espacio olvidado que vive oculto en la jungla, gritando en la oscuridad, para que - de una vez- le hagamos caso ].















          

martes, 25 de septiembre de 2012




TWO HANDS 
1999
Gregor Jordan








Nunca podrás decir que no tienes nada. Nunca podrás decir que el pasado no existe. Nunca podrás juzgar algo, simplemente por sus apariencias. Two Hands es una de esas cosas que nacen dentro del cine de una manera extraña, ocupando un lugar casi miserable entre toda la basura que acumulan la mayoría de las películas de una naturaleza determinada.
Estéticamente, Two Hands está recluida en ese pandemonium de ficciones que nacen muertas, destinadas al olvido, pero Two Hands posee algo diferente, pues en ella se siente una rara inocencia del relato y una honestidad de gestos que hacen crecer, inconscientemente, a este artefacto fílmico. Ofreciéndole el beneficio de la duda, sorprende ver cómo el film va aumentando en estructura y complejidad utilizando su original sencillez, haciendo que la diminuta figura del protagonista, se transforme en una fuerza de amor y de justicia que nos arrastra hasta el fin, un fin que va haciendo olvidar los elementos menos acertados de la historia.
Quizás, Two Hands se presenta como una trampa, algo en lo que necesariamente se debe entrar, para poder salir y hablar de ello. Esta es la trampa: parece que nos van a contar una historia de un chico de la calle, pero es falso; parece que nos van a contar una historia de amor, pero es falso; parece que va a comenzar una historia de zombies, pero no; parece que nos van a entretener con una historia más de gánsters, pero no; Two Hands representa un genuino invento cinematográfico, un absurdo disforme y divertido sobre algo que -explícitamente- no aparece en la película.
El protagonista es tan humano, que seguramente es lo único real; qué quiero decir con esto, es algo que yo mismo me pregunto, ¿por qué me atrae esta película? ¿qué he visto en ella? No lo sé, sólo puedo apreciar un intento de hacer algo a todos los niveles; a un nivel de ficción y a un nivel real, a un nivel de fracaso y de absurdo. Sí es cierto, es una simple historia, me diréis, pero tal vez eso es lo más importante de esta película, ya que no intenta ser más que lo que es y sobrevivir entre todo lo demás.

lunes, 24 de septiembre de 2012





EMBRACING
-Ni tsutsumarete-
(1992)

Naomi Kawase




1- La potencia que irradian todos los infraleves que la joven Kawase reúne en su peculiar retorno a las estrellas, es de una magnitud insospechada. Este, que fue su primer trabajo como cineasta, habla de una sensibilidad y de una sensibilidad que habla.
La dimensión de la película, al igual que sus elementos básicos, es enormemente pequeña, dejando a un lado al mundo, se centra en los recuerdos o lo que se cuenta sobre ellos, para reconstruir una imagen de su pasado que sólo se consuela tomando contacto con lo invisible.
Kawase es un espíritu limpio que llena de luz la pantalla con las imágenes que filma, con su suave voz, con su ritmo natural, con sus autorretratos; su film parece un pequeño manantial, de esos escondidos entre la hierba, ante los que hay que agacharse mucho, para poder probarlo.


2 - Naomi Kawase se mira al espejo porque intenta reconocerse en una gota de agua, intenta filmarse para saber cuál es su identidad, cuál es la forma en la que se ha convertido. Somos átomos muy especiales, pues además de hacer todo lo que los átomos hacen, hacemos una cosa muy diferente: nos detenemos para observarnos, para perdernos dentro de nosotros mismos. Naomi Kawase se observa concentrando el mundo, reduciendo el pensamiento a su imagen para comprender quién es y qué hace aquí. El autorretrato como forma de conocimiento se propaga como la luz en su cine; deja a las cosas en libertad y se desnuda de par en par, abriéndonos los secretos de una joven de 25 años que sin quererlo, con esta diminuta película, se hizo cineasta.











miércoles, 19 de septiembre de 2012





THE LADY VANISHES, 1948 / 
THE 39 STEPS, 1938 / 
ROPE, 1935 / 

Alfred Hitchcock





Decía Hitchcock que en la mayoría de los films hay muy poco cine y puede ser que por esta razón soliera llenar los suyos del máximo cine posible. No siempre lo conseguía, pero intentaba que hubiera, al menos, un poco en cada una de sus obras.
Las películas del director inglés son canales a través de los que discurre el cine, vasos comunicantes por donde van corriendo -secretamente- imágenes repetidas, volcadas de una a otra. Si creáramos una ecuación con la forma del cine hitchcockiano habría que elevarla a n, siendo n el numero de veces que se repetiría sobre sí misma, sobre sus elementos mas básicos, disimulados en la cotidianidad.
A pesar de todo lo que se ha escrito sobre su cine, su obra ha sido muy mal vista y me refiero a que no se ha entendido su naturaleza mágica y absurda, la que ha logrado que hoy sus filmes, sean modernos para siempre (y no el suspense, ni el misterio, ni la intriga).
Sus aventuras se retroalimentan en una especie de mundo posible donde las cosas aparecen para revelarnos las intenciones ocultas de los acontecimientos; una soga, una secta secreta, una pareja de desconocidos, un tren, un asesinato, un cajón mágico, un mago, una escalera, una persecución. Siempre parece que hay algo que resolver en un peculiar puzzle que guarda otras sorpresas, que vive a partir de un ritmo propio, que respira sin tiempo y que va contagiando a cada una de sus obras, como si todas las películas de Hitchcock fueran episodios de un mundo cerrado con leyes innatas que sólo son posibles allí, en esa caja rusa sin límite.
La acción que aparece en sus películas es de naturaleza mental, o sea, no es explícita y pasa por la imaginación – simultáneamente- de sus protagonistas y sus espectadores. Todo lo que Hitchcock muestra, es un motivo para imaginar, una oportunidad de relato, de sentimiento; una puerta abierta a la emoción. 
Por ejemplo, en The Lady Vanishes, existe una escena en la que un mago desaparece en un baúl idéntico al que aparece una década después en The rope y en esta película -evidentemente- aparece una soga -que finalmente es la clave-, una soga que ya aparece en The Lady Vanishes y con la que, la pareja protagonista, intenta acabar con el mago del baúl, a quien, por otro lado, intentan doblegar a la vez, al igual que ocurre en la famosa secuencia de Torn Curtain (1966).
Las canalizaciones son constantes, como si toda su obra fuera un juego sin término donde todo se transforma y cambia de sitio para mezclarse y convertirse en el siguiente cuento, en la siguiente ficción; una ficción elevada al infinito.
Su pecado siempre fue el publico, su vicio fue el cine. Hitchcock se preguntaba constantemente, ¿esto podrá ser una película?, y después reflexionaba, ¿aquí puedo meter algo de cine?






martes, 4 de septiembre de 2012





THE TROUBLE WITH HARRY (1955)
BLUE VELVET (1986)

David Lynch
Alfred Hitchcock




¿Qué es lo que hemos encontrado? ¿a qué se parece lo desconocido? Los sonidos del bosque nos acercan a nuestros más oscuros secretos, aunque creamos que la luz persiste en eternidad, ¿qué hemos encontrado, qué nos hace preguntarnos el origen de las cosas, el misterio que esconde el mundo en su lenguaje mudo? Existe un silencio del que queremos saber algo sin que nadie pueda convencernos de lo contrario y nos metemos en graves problemas para descubrir algo que sólo nosotros podemos entender de la manera más insólita y casual.
Los cineastas Alfred Hitchcock y David Lynch debían pasear a menudo por los bosques, pues sabían, de alguna manera, que allí intuían el misterio con mayor fuerza. Allí, cada recorrido es una aventura y el peligro se encuentra tan cerca de la violencia, que nadie puede escapar indemne ante la presencia del delirio. Existe un espacio donde nace el cine, un lugar al que mucho después se le llama película, historia, trampa, imagen, que no posee memoria ni a quién parecerse; hay un lugar similar a la existencia pero que no tiene que ver apenas con ella, donde el tiempo y los hombres andan persiguiendo sus deseos, cantando sus canciones favoritas, celebrando la muerte igual que la vida en eterna confusión, empujados por el sinsentido que ante nuestro entendimiento, los sucesos emanan.
¿Qué le pides tú a la vida? ¿de qué pretendes enamorarte? ¿qué te obsesiona? ¿qué es lo que no te deja dormir? Existe un pájaro que canta cuando menos te lo esperas, que te habla de lo que deberás hacer, de la ruta que te llevará al final, a tu desaparición segura; un final que contará las huellas y el valor de éstas, dentro de los senderos oscuros que nadie conoce, pues tu vida, como vida y como intimidad secreta o como espíritu fantasmal, es una tontería sagrada a la que deberíamos hacer caso más menudo; lo prodigioso brilla a nuestro alrededor, sólo hay que seguir sus huellas.
Escucha una canción cuando leas esto, una canción sin término como Blue Velvet y mira por la ventana sin dejar de leer estas palabras que abandonan la memoria para acercarse al inconsciente.  Imagina a aquel que se dispuso a tomar en serio de una vez sus pasos, pues son muy pocos los que se resisten a dejar pasar los días y se disponen a pasear fieles, junto a todo aquello que nos habla de otra forma de existencia, de valor, de presente, desde el otro lado de las cosas. Decía Onetti que lo importante no es el pasado, sino de cuánto presente podemos llenarlo, de cuánta actitud y de cuánta lucha podemos alimentarlo. Somos nosotros y nadie más los que andan por ahí, perdidos sin saber qué hacer con esto a lo que llamamos mundo.
Hitchcock, antes que Lynch, entendió dónde meter las narices para dibujar sus mapas del absurdo y los poderes invisibles de la magia, de esa fantasía milagrosa que nos lleva a la felicidad (como diría Borges: no importa que me juzguen fantástico). Lynch aprendió pronto a estar atento, tal vez gracias a   ser un norteamericano con pinta de inglés aristocrático, pues aprendió mejor que nadie de Hitchcock, que nadie suele poder hablar de lo invisible y que inevitablemente, se hereda un tabú mental hacia la extrañeza de nuestro más oculto universo (a veces miramos al cielo, por la noche y sentimos miedo, un miedo que no sabemos de donde viene. La vida a veces es extraña, tanto que es lo más hermoso que nunca pudimos imaginar, pues nuestras mentes son limitadas, pero la existencia es la única que conoce sus límites).
       Tanto Lynch como Hitchcock disfrazan realidades macabras a partir de mentiras dulces y absurdos prodigiosos, burlándose del realismo e incorporándolo a una estética que envuelve sus obras: piezas altamente subversivas, aparentemente infantiles, inocentes, sencillas, pero d runa magnitud y una profundidad inimaginables. Dejan unos pocos elementos sobre el tablero y los colocan estratégicamente para que nadie se dé cuenta de lo que están haciendo, pues finalmente la ficción está ahí, las películas están ahí y nadie puede evitarlo. La vida es así, la muerte deja un hueco para que pase algo que nos sorprenda, que se nos presente como una respuesta para lo que aún no sabemos preguntar y nos incita a investigar sobre ella, a saber quién es ella verdaderamente, descalza o en bata, ¿qué forma tiene, qué piensa, cómo duerme, de dónde viene, cómo es?
      Nadie nos dará nunca una solución, ni siquiera ese inglés gordo con pinta de norteamericano comedor de hamburguesas que hacía películas imperfectas para convencerse de que nunca habría una salida perfecta, pues sabía que nunca podría viajar al mundo donde habitaban sus películas. Hitchcock hizo un pacto con el diablo del que nadie habla y por eso, en ocasiones, sus personajes finalizan las películas diciendo cosas evidentes, estúpidas, insultando el interés y el entusiasmo del ávido espectador, que por un momento ha creído en la posibilidad de que un film sea perfecto. Lynch vio eso, como cualquiera que observa algo con atención, (vio eso y muchas más cosas que ahora no vienen a cuento) y entendió que el misterio necesitaba ser protegido; encerró al diablo en sus películas para nunca tener que pactar con él. Por eso las películas de Lynch explotan en ciertos momentos, porque el diablo va viajando de un personaje a otro intentando liberarse, pretendiendo ser feliz, sin darse cuenta de que está encerrado en un simulacro de la vida por culpa de un hombre que nunca desvelará sus secretos, un hombre que ha sido libre porque ha descubierto que el cine es silencio y oscuridad, un arma metafísica de conocimiento, de pájaro, de libertad, un microscopio de nuestro miedo y nuestro deseo en este planeta que gira sin que podamos observarlo y que se ilumina sin que podamos evitarlo. Lynch oscurece el cine para encontrar las grietas por donde se escapan esas brillantes presencias que alimentan la vida para darle otro significado o quizás el que verdaderamente tiene (tan diferente que se hace irreconocible), para crear problemas sin solución que nos hacen viajar (como cualquier diablo) de un lado para otro, buscándonos a nosotros mismos sin querer.
En The trouble with Harry, existe un armario que se abre con voluntad propia, en los momentos menos oportunos y que adquiere un significado críptico dentro del film; nunca sabremos qué significa ese armario o si simplemente es una trampa del director inglés que parecía americano para despertar nuestra querida curiosidad, pero lo que sí es cierto es que en Blue Velvet, el armario se llena para siempre de una manera nueva, pues a través de él empezamos a ver, aunque tampoco entendamos nada de lo que acabamos viendo fuera; dos caras de la luna: la oscuridad desde fuera, la oscuridad desde dentro. Parece como si Hitchcock, en su película, hubiese dejado ese armario vacío para que alguien lo llenase, a modo de enigma o de mapa de lo desconocido. No dejo de pensar que esa cicatriz que se abre en la oscuridad de la luz lynchiana, es el canal a través del cuál el cine sigue creciendo, pues a veces me da por imaginar que las películas no existen y que sólo existe una, infinita y total, que se va comunicando de una a otra en forma de ojos comunicantes.














                        

MULHOLLAND DRIVE /
VÉRTIGO: DE ENTRE LOS MUERTOS
(1958 - 2001)

Hitchcock / Lynch




¿En qué quieres creer? ¿En qué puedes creer? La habitación está vacía digna de tí, pero un enigma no para de llamarte y suena la puerta, es alguien que viene a anunciar tu destino en forma de persecución, en forma de obsesión implícita en lo oculto; algo avisa desde la ventana, algo habla en la noche cuando abres los ojos y no se oye nada, alguien viene para hablarte del otro lado. La oscuridad puede llegar a ser la amante más apasionada de tus días, de los que te quedan, para correr aventuras sin saber las reglas, para subir y bajar escaleras tan rápido que por un instante, te mueras y puedas ver, que ciertamente, existe otra cosa, otra lectura de la realidad que la acrecienta, que la hace más hermosa, que trata de nuestra propia historia; un mundo donde nuestros demonios cambian de forma, para transformarse en deseos que no podemos evitar de perseguir, de investigar lo que nuestro corazón nos dice, aunque apenas se sabe qué ocurrirá cuando estés delante del misterio, delante de aquello por lo que has vivido tantos años; la isla del tesoro, donde encontrar lo que habías perdido hace ya tanto tiempo. Muy cerca de ti estás tú, muy cerca de ella, está ella. Nos perseguimos a nosotros mismos sin saber qué estamos haciendo, intentando ser dios, creyendo poder responder a todos los sucesos de la existencia, pero esto es imposible. El hombre utiliza los recuerdos para comprender la realidad, pero los recuerdos se revelan y se transforman un truco de magia donde lo que era, ya no es, donde lo uno acaba siendo lo contrario y donde la razón muere, para dejar paso a la oscuridad donde se pierden los secretos que no se pueden resolver.
A veces, las pesadillas se pierden en la noche.
A veces, el mundo es extraño.


Todo es hermoso, todo es hermoso.
La curiosidad del sentimiento, es superior a la realidad.
La realidad es un juego en el que no todo está dicho.
Existen dos mundos muy cercanos, muy lejanos.
Existes tú y lo que no sabes.
La oscuridad cae en la ciudad y ahora, todo es posible.






PICKPOCKET
(1959)

Robert Bresson






Te apuntan a la cara para decirte las cosas claras pero parece que ni así, siéntelo, siéntelo, entrando en tu corazón, si a eso es a lo que sueles llamar supervivencia. Dentro de nuestra caja mágica suena el tic tac del futuro, nuestro próximo paso esperando a convencernos de que no hay nada más, ¿cómo podremos salir adelante hoy y poder decir mañana? Es todo un reto, la vida, eso, lo que se dice, un desafío, ya lo sé, oigo al otro lado de la pared, ya lo sé, ya lo sé no me lo repitas, ya es suficiente el aguantar esta presencia que quiere matarme... Todo esto lo escuché detrás de una pared que es como la imaginación cuando ésta toma el poder de nuestro pecho y algo nos dice: siéntelo, siéntelo, pero a veces nos desaparecen cosas y no sabemos quién nos las ha quitado, existen monstruos que no duermen y que no quieren más sangre que la que les recorre sus sueños.
No sé si ha quedado claro; empezaré otra vez:
había un hombre (por nadie recordado) que ponía la oreja en la puerta para saber quiénes éramos en realidad y había otro (igualmente olvidado) que nos seguía por la calle, memorizando nuestros movimientos, esquematizándolos, llegando a una síntesis de lo que llamamos pensamiento. Al final es de dos hombres de lo que hablo o tal vez de dos armas aparentemente diferentes, pero realmente hermanas (me refiero a su extrema eficacia) y luego, de una forma u otra, contaban lo que sabían de nosotros sin que apenas se enterara nadie, de una manera extraterrestre, en la que nosotros pasábamos a ser ellos y ellos pasaban a ser otra cosa que volvía a desaparecer.
Hay creadores que invitan a eso, a perderse entre la gente para ver qué pasa, para ver qué pierdes y qué ganas en el trayecto y cuando crees que lo estás haciendo lo mejor posible para comprender las instrucciones, te revelan que ninguna ley es importante si no la has inventado tú, por eso ellos mienten en todo, te cuentan las cosas sólo como ellos las imaginan y no como posiblemente puedan suceder. La única posibilidad son ellos y de qué manera te presentan el pastel. Tú siempre esperas que sea un pastel como los demás, pero nunca adivinas el sabor exacto, porque ese saber de las cosas, de este pastel, no existe. Tanto el escritor, Juan Carlos Onetti como el cineasta Robert Bresson, no existen. No sé muy bien qué quiere decir esto, pero cuando conoces su obra, lo entiendes sin poder explicarlo. Son espías de la mente y el corazón, son los perseguidores de los infraleves más ligeros e invisibles que Duchamp pudo imaginar. Ante sus obras somos extraños, somos los protagonistas del misterio que ellos nos ofrecen; antes no sabíamos de su existencia, pero ahora es imposible dejar de pensar en ello.
Pensar en ello.
A pesar de que a Bresson se le ha etiquetado desde siempre como cineasta cerebral, bajo mi punto de vista, creo que sólo es un poeta con una cámara construyendo su propio reino. De la misma manera, aunque a Onetti se le ha encasillado en el papel de novelista triste y solitario, creo que también es sólo un poeta sobre una cama que escribe novelas. Sus obras dicen susurrando sentimientos, sentimientos que quieren corresponder a otros sentimientos, sentimientos a los que no les importa la trama, los personajes, el paisaje o el tiempo. Todo en ellos está encerrado en un minúsculo mundo muy privado, una vida muy privada llena de una belleza muy especial que los propios protagonistas van construyendo naturalmente, transformando su placer en su forma de vida. Decía Luis Cernuda: ¿quién se toma el trabajo de vivir? ¿de vivir por vivir? ¿de vivir por el gusto de estar vivo y de nada más? y yo ahora digo: tanto las obras de Onetti como las de Bresson son enormes celebraciones de ese sentimiento, del trabajo de vivir y de aquellos que lo hacen, que no pueden hacer nada más que ejecutarlo, pero eso sí, con excelencia; sus obras son un intento de perfecta ejecución de lo invisible, del relato de lo oculto, del secreto, ejecutándolo desde su primera persona, acariciándolo, haciéndolo pasear muy cerca de nosotros, hasta convertirlo en algo digno de la eternidad. Todo es muy pequeño en sus historias; son acciones pequeñas, hombres pequeños, mujeres desaparecidas, son trucos de magia robados a la ilusión sin instrucciones de uso.
      Decía Onetti en Los adioses que su protagonista imaginaba a las personas que espiaba, libres del mundo, como si en su entelequia existiera un paraíso y no una evasión. También dice Onetti en Los adioses: acaso no me veía ni me recordaba y, en un mundo despoblado, en un mundo donde sólo quedaba una cosa para ganar o perder [...] y páginas atrás escribe: habría que inventar otro mundo, otros seres, otros peligros.
      Bresson coloca su punto de referencia en un ladrón, alguien que perfecciona una habilidad casi mágica, casi de baile, para poder sobrevivir. Tiene que entrenar los movimientos más inverosímiles del cuerpo, tiene que vaciar su mente para enamorarse del miedo, para amarlo de tal manera que al final lo pierdes como siempre pasa en el amor. La ligereza del ladrón es extrema, tanto que en un momento piensa: ando sobre el aire con el mundo a mis pies, como si fuese un fantasma que no quiere serlo, que sólo desea el amor. Para leer la película Pickpocket, sólo hay que ver Pickpocket; para ver la novela Los adioses, sólo hay que leer la novela Los adioses. La manera en que se nos cuentan las cosas es extremadamente importante en un mundo en el que las formas se han confundido, en el que la materia deviene mutante (aunque siempre ha sido así) y destruye los géneros y las disciplinas, acercando el sentimiento a un objetivo común de la creación; lo que siempre debió haber sido, pero que nos enseñaron a entender por separado: esto es una cosa, eso es otra cosa. Existe una equidistancia entre obras de naturaleza distinta, que hablan entre sí en silencio para crear una forma de existir que merece la pena ser vivida, incluso a los que se refería Onetti como los que aún podían convencerse de que estaban de paso.