miércoles, 26 de septiembre de 2012




UNCLE BOONMEE WHO CAN
RECALL HIS PAST LIVES
(2010)


Apichatpong Weerasethakul






Nos miran desde la oscuridad, 
pero no nos quieren hacer daño, 
sólo quieren hablar con nosotros. 



El problema de todos los seres vivos -o la existencia de la diferencia-, reside en la multiplicidad de códigos, ¿cómo puedo relacionarme con un gato o con una planta? Bien, ya sé, es una cosa problemática, por eso creo que hay que aprender, poco a poco a hacerlo -empezando por lo más simple-, a establecer conexiones con lo desconocido e intentar descodificarlo; escuchar en silencio, los gestos de lo viviente, es un buen comienzo.
Todo es un misterio, incluso la luz que entra en nuestros ojos y se transforma en un suceso. 
La naturaleza no entiende el tiempo y por eso, a partir de ella, se crearon todas las mitologías, todos los cuentos mágicos que enseñaban a habitar en el mundo (lo que es muy diferente a intentar explicarlo); seguimos sin saber cómo habitar en un mundo que nos negamos a entender. El mito de la mitología ha quedado en nuestra confusa época, como un mero cuento imaginario al servicio de tiempos pasados, en los que la ciencia no contaba ficciones aún, porque quién no se puede tomar nuestra época como parte de una explicación ficcionada, inventada en un laboratorio. 
La ciencia no sabe nada de lo que quiere descubrir, sólo habla de lo que está alrededor de eso que anhela y nos hace sentir que mañana tendrá una explicación (pero la ciencia, en soledad, es muy poco útil).
Por eso es tan importante la naturaleza, porque nos sigue (y nos seguirá) hablando de lo que esconden las cosas, de nuestros propios sentimientos, de las aventuras que sólo podemos sentir; nos habla de nosotros mismos como si todo ello fuera un espejo. Por eso, a veces, aparecen cosas muy extrañas que nos negamos a aceptar, pero sin saberlo, son lo más real que existe, lo más importante que podemos conocer.

Todo lo demás es puro artificio, como si viéramos unos soldados afanosos en medio de una jungla, sin saber qué defender o qué atacar, perdiendo su tiempo, haciéndose fotos con representaciones de la naturaleza; disfraces de nuestra propia imaginación que acaban traicionándonos. 
Así, todo sigue existiendo hasta que llega la enfermedad y luego la muerte y ahí está la importancia de ciertas películas como ésta, un film-refugio donde los hombres hablan de su pasado con serenidad, que aceptan la muerte con amor y que viven sus recuerdos como aventuras en otras vidas, con una muy especial sensación de continua felicidad al sentir que uno, ha sido muchos -tantos como uno haya deseado-, aceptando los misterios del exterior como regalos del universo, como vías para exigir en el misterio, como partes de un todo que nos rodea y que nos quiere decir algo sobre por qué estamos aquí y por qué finalmente, nos vamos
Contar la vida en su totalidad trata de eso, de comprender que no sólo estamos aquí nosotros, sino de que hay muchas más cosas de las que vemos (infinitas) y que pueden ser tan mágicas, como cualquier otra cosa, intentando entendernos los unos a los otros.
Yo a veces, hablo a mis plantas, las acaricio y ellas parecen crecer alegres, floreciendo de todas las maneras posibles. Nunca he entendido sus respuestas, pero sé que se alegran cuando me ven sonreír, al acariciar sus hojas nuevas.


[ Aunque nunca fue florista, decía Antonioni, que no podemos hacer películas con aquello que nosotros llamábamos sencillamente, realidad, pues la vida tiene un ritmo muy distinto (desconocido y evanescente) y eso es lo difícil del cine, el conectar con su esencia, para contar la vida desde ese espacio olvidado que vive oculto en la jungla, gritando en la oscuridad, para que - de una vez- le hagamos caso ].















          

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