miércoles, 19 de septiembre de 2012





THE LADY VANISHES, 1948 / 
THE 39 STEPS, 1938 / 
ROPE, 1935 / 

Alfred Hitchcock





Decía Hitchcock que en la mayoría de los films hay muy poco cine y puede ser que por esta razón soliera llenar los suyos del máximo cine posible. No siempre lo conseguía, pero intentaba que hubiera, al menos, un poco en cada una de sus obras.
Las películas del director inglés son canales a través de los que discurre el cine, vasos comunicantes por donde van corriendo -secretamente- imágenes repetidas, volcadas de una a otra. Si creáramos una ecuación con la forma del cine hitchcockiano habría que elevarla a n, siendo n el numero de veces que se repetiría sobre sí misma, sobre sus elementos mas básicos, disimulados en la cotidianidad.
A pesar de todo lo que se ha escrito sobre su cine, su obra ha sido muy mal vista y me refiero a que no se ha entendido su naturaleza mágica y absurda, la que ha logrado que hoy sus filmes, sean modernos para siempre (y no el suspense, ni el misterio, ni la intriga).
Sus aventuras se retroalimentan en una especie de mundo posible donde las cosas aparecen para revelarnos las intenciones ocultas de los acontecimientos; una soga, una secta secreta, una pareja de desconocidos, un tren, un asesinato, un cajón mágico, un mago, una escalera, una persecución. Siempre parece que hay algo que resolver en un peculiar puzzle que guarda otras sorpresas, que vive a partir de un ritmo propio, que respira sin tiempo y que va contagiando a cada una de sus obras, como si todas las películas de Hitchcock fueran episodios de un mundo cerrado con leyes innatas que sólo son posibles allí, en esa caja rusa sin límite.
La acción que aparece en sus películas es de naturaleza mental, o sea, no es explícita y pasa por la imaginación – simultáneamente- de sus protagonistas y sus espectadores. Todo lo que Hitchcock muestra, es un motivo para imaginar, una oportunidad de relato, de sentimiento; una puerta abierta a la emoción. 
Por ejemplo, en The Lady Vanishes, existe una escena en la que un mago desaparece en un baúl idéntico al que aparece una década después en The rope y en esta película -evidentemente- aparece una soga -que finalmente es la clave-, una soga que ya aparece en The Lady Vanishes y con la que, la pareja protagonista, intenta acabar con el mago del baúl, a quien, por otro lado, intentan doblegar a la vez, al igual que ocurre en la famosa secuencia de Torn Curtain (1966).
Las canalizaciones son constantes, como si toda su obra fuera un juego sin término donde todo se transforma y cambia de sitio para mezclarse y convertirse en el siguiente cuento, en la siguiente ficción; una ficción elevada al infinito.
Su pecado siempre fue el publico, su vicio fue el cine. Hitchcock se preguntaba constantemente, ¿esto podrá ser una película?, y después reflexionaba, ¿aquí puedo meter algo de cine?






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