miércoles, 25 de abril de 2012

       

GUMMO
(1997)

Harmony Korine





Para entender esta película, antes habría que entender otra cosa, una cosa muy sencilla: ¿por qué se hacen películas? o mejor dicho, ¿por qué Harmony Korine hace películas? Siempre que éste director filma se abren todas las puertas, quiero decir, se ve todo lo que nunca se quiere ver, espacios invisibles, personas imaginarias llenas de realidad, personas reales en un universo paralelo, en este caso Ohio, un Ohio casi inexistente para nadie, menos para ellos, los personajes y para el director californiano, H. Korine, que les filma elevados a la enésima potencia, pasando de momentos fuertemente oníricos a otros cotidianos y superficiales. Es un director empleado en la acción, entrenado en ella, uno de esos que sale fuera porque ha comprendido que el mundo es del hombre y el hombre puede hacer lo que quiera con su vida. Gummo es una película libre, con personajes outsiders de fábula que hacen de la vida un lugar habitable, un mundo de loosers perdidos en el cosmos para siempre, viviendo en medio de todos los universos. Gummo es una película sin duración, fragmentaria, salvaje, con un discurso enorme, sintetizado en personas muy pequeñas, en gestos ligeros, travesías sin importancia, cuerpos desnudos que viven su propia aventura. Por esa razón Gummo es una película de muchas películas, de todas las que se forman en las mentes de sus personajes; sus deseos, sus mentiras, su eterna infancia. 
El pueblo (Xenia, Ohio) se transforma en una tierra de extraños deseos, de sueños rotos sin nacer, de criaturas increíbles que representan un papel imaginario, donde cada uno es su héroe principal, donde todo se experimenta de una forma entre lo grotesco y lo naif, entre los monstruos y los días.
No hay nadie por la calle, sólo ellos, el personaje coral que llena la película con diminutas acciones que van de un lado a otro sin historia, sin recuerdos, sin miedo, donde las personas adultas no existen y sólo queda algo así como un sentimiento invisible que habla de un verano donde las vacaciones nunca terminan, un lugar parecido al País de Nunca Jamás como si Nunca Jamás ya hubiera desaparecido para el mundo y para las hadas y los supervivientes habitaran en Gummo, un Vietnam de los sueños.
Gummo es una de esas películas que se mantendrán vírgenes con el paso del tiempo, que siempre serán un refugio para ciertos espíritus, para ciertas ideas sobre la vida, y que seguirá hablando sin descanso sobre de qué va todo esto, de qué va el cine, cual es su forma, cuál es su contenido, donde pervive, por qué es necesario. Gummo ocupa un nivel esencial en la historia del cine, un nivel metafílmico, si se quiere, sobre cómo mirar las cosas que no se miran, sobre cómo filmar lo que no existe, lo que está en el exterior de nuestro interior; Gummo son entrañas metafísicas, rayos X con los que vemos los deseos de la nada a través del cinematógrafo.
Harmony Korine hace películas para que cosas como Gummo existan, para que los fantasmas salgan a la luz, para que los niños tengan un lugar donde jugar, aunque el patio de recreo sea el mismísimo limbo, un sitio donde Peter Pan se coloca con pegamento y donde se matan gatos todos los días para poder vivir.







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