viernes, 27 de abril de 2012




TOKIO-GA
(1983)

Wim Wenders





Existe una importancia tan vital en ciertas obras, que éstas inventan por sí solas, formas de hacer muy personales que acaban constituyendo un estilo propio, un estilo que acaba siendo común a ciertos creadores, pero no por imitación, sino por generación espontánea. Tal vez sea más sencillo decirlo así: estamos conectados a una enorme mente que enseña cómo hacer ciertas cosas de una cierta manera. Wim Wenders tenía 38 años cuando viajó a Tokio en 1983 para buscar los rastros que quedaban de ese pequeño mundo que dejó filmado Ozu; no encontró apenas nada, sólo un mundo esperanzado en una especie de apariencia ficticia que lo salvaría en el futuro. Yo nací en 1983 y hace un par de años viajé a Shanghai (una ciudad muy parecida actualmente al Tokio de los 80´) para filmar una película sobre lo que debía ser ese futuro y de qué manera se había materializado. Cuando filmé la película en Shanghai, yo aún no había visto la película de Wenders. Cuando vi la película de Wenders, comprendí que había filmado un correlato de su idea y un correlato su forma, sin saber nada de antemano, sin saber nada de Tokio-Ga. Bueno, mi película no importa, lo que que me interesa es darme cuenta de cómo las acciones se relacionan en el espacio, o sea, que puedo llegar a pensar, que la idea que me llevó a filmar la vida en Shanghai, no es una idea exactamente mía, sino que es como mínimo, una idea de tercer nivel o de tercer estrato en cuanto a Ozu, en cuanto al cine, en cuanto a una política de acción. No quiero desviar la atención, no hablo de comparaciones, sino que intento hablar de por qué un creador habita un lugar y lo filma constanemenete, sin saber muy bien por qué lo hace, sí, esta claro que con una primera intención, con un ligero leit-motiv que le empuja, pero que luego se transforma rápidamente en la contemplación pura de lo que rodea un lugar concreto de la Tierra, en donde ya no es el tema del otro, o sea d yo ser el otro para ver al otro, sino algo más parecido a decidir las características de nuestra posición frente al otro.
Dicen que el mundo ya está filmado y que por eso, ahora se lo debe transformar, que ya no vale con mostrarlo, con decir: esto está aquí, esto está allí, esto es así, esto es asá, ya no vale, ya no sirve, no alimenta, como si ahora el mundo fuera una televisión donde el público se sabe los canales de memoria, las palabras de memoria, la muerte de memoria (la muerte de la memoria).
Ozu filmaba todas sus películas a una altura muy concreta, a saber, a ras de suelo, intentando dejar claro cuál era la distancia y el lugar desde donde él entendía las cosas, desde donde él quería que se viesen, para conservar una esencia que existía en otro tiempo, una forma de moverse, de sentarse, de saludar diariamente, en definitiva, en una especie de intento de capturar lo que permanece pese a todo.La posición que elijo de las cosas frente a mí, transforma de por sí la realidad o simplemente la acompaña en sus constantes mostrando cómo el infinito es algo real que va pasando de unos a otros en forma de casualidades, de formas simultáneas que seguramente pertenecen a las leyes naturales del universo, pero que nosotros ni conocemos, ni podemos comprender.




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