viernes, 9 de abril de 2021

 

 2B

Fatal belleza

J-L. G.

 

 


 

 

Querido Jean-Luc:



mujeres mirando, mujeres escribiendo, mujeres enamoradas. Mujeres en los brazos de un hombre. Versos españoles cantados por cantautores. La resistencia sonora. Las canciones hablan de todo sin darse cuenta, pero luego se pierden. Hay grandes esperanzas en ti, Jean-Luc, sigue habiéndolas aún a punto de desaparecer. Tú serás nuestra música cuando seas el hombre sin atributos que habló de los mensajes del cine: la moneda del absoluto, los signos entre nosotros, el control del universo. Los muertos vivientes de este mundo vienen del pasado: Cocteau, Bonny&Clyde, Mamma Roma, Frank Sinatra, la furia de Cassavetes; no es extraño que le explote la cabeza al final del film. Cuando De Palma parecía tener algo que decir… Lees La Montaña mágica, adoras a Murnau, a Freund, ves Tener o no Tener y usas las manos para ordenar dichas ideas, dichos espasmos calientes llegando precipitadamente, desfilando ante los ojos, ante tu máquina de escribir, grabando el sonido de las teclas invisibles, como un piano mágico. Las manos sirven para pensar, pero también para esclavizar. Tú dices: el encuadre americano se inventó para mostrar la pistola del hombre, el plano medio se utilizó para filmar los pechos de las mujeres. La cigarra y la hormiga. El cine está poseído por el invento lacaniano de la lactancia inconsciente: los hombres buscan una madre, las mujeres, un hijo. Es el bucle de Proust, la esperanza de recuperar el tiempo perdido, vivir el tiempo recuperado, ¿qué hay detrás de la máscara de hierro de Marcel Pagnol, de las muchachas indolentes de Renoir, de la parálisis decorativa de Seurat? Cuando el sonido habla, quien escribe es el novelista que nunca llegaste a ser, Jean-Luc y todo por no poder pasar de la primera frase y todo por una obsesión: “ni un arte, ni una técnica: un misterio”. Proust creó a Albertine y tú creaste a Patricia Francini, a Nana Kleinfrankenheim, a Odile… por eso la belleza puede revelarse como una llama: quemar el cine, pero con el fuego interior. Langlois flota por el espacio y llora de felicidad al ver lo que has conseguido, haciendo un incendio del arte, concentrando todas las mil y una noches en un monedero falso, en una frase de Adorno, en un puñado de capítulos en pos de la belleza, pues ella es una hechicera hechizada con un poder demoniaco de absorción universal. La belleza es un juego que transforma al hombre en un símbolo, en una relación con las formas, en la única oportunidad de escapar. Sabine Azéma recita la música de las esferas. Tú eres música, Jean-Luc: siempre se han olvidado del sonido y eso es muy triste, pues representa la mitad del embrujo, la otra cara del truco. El juego de la fuga no se sabe cuando termina. Contar la historia de las historias para durar más que las edades, para superar la duración de la mano de Bergson y encontrar los cuerpos maltratados en la pantalla, humillados por el deseo. El sonido incorpora a la imagen y el cine es la medicina del mundo, pero nadie le hace caso pues la ciencia cree que se puede valer por sí misma. Hay que aprender a relacionar las cosas para llegar a las soluciones. Una imagen sola no vale nada. Einsenstein, El Greco, Caravaggio deben dar la mano a Vesalio, a Jean Fontaine; Delacroix debe morrearse con Pasteur. Mientras esto no suceda, todo esto no será más que la industria de la Muerte y ni el cáncer ni el sida hallaran cura. Todo está en todo. King Kong, Hitchcock y Bonnard son tus guardaespaldas personales, Jean-Luc, el ejército que lucha contra la desaparición de la Belleza: “hay cincuenta C. B. DeMille por cada Dreyer”. ¿Dónde están los poetas?, ¿dónde está Chaplin? Arruinado por las mujeres, desesperado, saliendo de la Cinemateca Francesa del brazo de Langlois, a punto de morir de senilidad e incomprensión. Un rey en Nueva York, un monarca de las sombras. Al final, una mujer baila como una mariposa, elevando los velos de la lírica por el aire. Chomón vive en tus manos pues la belleza, antes de ser vista, tiene que ser tocada.




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