martes, 13 de abril de 2021

 

La moneda de lo Absoluto

3A

J-L. G.

 



Querido Jean-Luc:

pueblos, naciones y gobernantes conforman una ecuación perversa. Dices: la civilización está en los pueblos, la barbarie en los gobernantes, ¿qué son las naciones? Un gobierno de bestias salvajes debe ser tratado como una bestia salvaje. Una barbarie profesional que balbucea pues sabe que es culpable. Los europeos hemos dejado que la tragedia persista pues les seguimos votando, pero cuando un civil condena, el gobierno proclama: “se exagera”. Tú reclamas llamar a las cosas por su nombre: “matar a una persona es un crimen, matar a un pueblo es un crimen”, ¿cómo puede llamarse a eso si no? Asesinar a un hombre es un crimen, asesinar a un pueblo es una cuestión; cada gobierno tiene su CUESTIÓN. El exterminio, la brutalidad. Erich Pommer se prometió hacer llorar al público pero el público ha olvidado llorar, ahora sólo es abducido por la cultura norteamericana, por sus películas chupasangre y sus programas insufribles de televisión. Los productores de televisión caminan tranquilos por las calles y cuando las viejas les piden que vuelvan a programar las telenovelas, sustituidas por un asqueroso programa de mentirosos indeseables hablando de sus guarradas, dicen con naturalidad: “fíjate tú de qué cosas se preocupa la gente”, como si ellos no cobraran millones por emitir pornografía sentimental. Se hacen ricos con la mierda y luego dicen: “Damos lo que la gente quiere”. Algún día la gente les dará otra cosa. El público quiere historias, no realidad, les habéis hecho yonkis de los relatos, pero vosotros, productores del diablo, les obligais a adorar la pornografía. Las Hijas de Lot son las sales de plata que sellan el pasado para que nada se olvide, son esas partículas curiosas, los seres que quieren saber qué ocurre hasta quedarse de piedra, pero, ¿qué sucede en realidad si lo cuenta la CNN? Tú dices, Jean-Luc: cuando se destruye la Historia y no hay nada más que contar, aparece la televisión. Ha triunfado la propaganda de gran difusión y la voluntad de una megalómano insensible se ha impuesto. Los muertos vivientes de este mundo se han construido en el pasado, pero el presente es dominado por la difusión de las grandes empresas. Los medios de comunicación mandan mensajes envenenados. Todo son simulacros. Frivolidad. Quieren que la gente ría sin ganas y empiece de cero cada día (destruir la memoria es us único fin): si las imágenes no piensan, las cadenas pensarán por ti y ellas sólo piensan en el dinero. Tú dices: existe el horror en Hitchcock cuando vuelan los pájaros negros: son los bombardeos de la guerra, los aviones antes de acabar con los viejos imperios del Oriente. Occidente chilla, interpretando a las verdaderas víctimas. Los cineastas hablaban del futuro antes de que ocurriese y tú lo sabías Jean-Luc y lo dijiste para que no cupiese duda de que el arte se adelantó a la realidad, de que los artistas fueron profetas una vez más. Chaplin, Stroheim, Murnau, Flaherty. Pero todo empezó mucho antes: las mujeres de Manet adivinan el pesamiento del que las mira; las de Leonardo, Corot o Vermeer caen en el narcisismo clásico. Egoísmo. Hay que dejar atrás cierta parte de la historia del arte. Manet es importante porque fue el primer cineasta, el primero que consiguió que las formas pensasen por sí mismas y adivinasen los deseos del público. La modernidad. El pensamiento interior, un cosmos humano. Zola, después de terminar Naná, hacía fotografías por las calles y era feliz y en la última línea de su novela escribió el nombre de la capital alemana hacia donde se dirigiría el futuro. Una de las modelos de August Renoir, Cathering Hessling, se casará con el hijo del pintor para dar paso del impresionismo al realismo. Los movimientos son humanos. Hessling rodará en Berlin en 1942, mientras todo sucedía. El salario del miedo de Clouzot, El soldadito, Marguerite Durás, la liberación de Paris. Todo pasará por la televisión del futuro, mientras Goebbels lo hará fracasar todo. Los asesinos no saben nada del cine, nada del pensamiento, ellos son gobernantes del mal, bárbaros profesionales, dictadores descerebrados creyéndose predicadores del desierto vestidos de Hugo Boss.
Jean-Luc, como aseguras, en medio de la barbarie de la guerra genocida sólo brilló una película como poesía, como resistencia: la gran película de Rossellini (un joven cineasta del régimen), una película cara y complicada para mostrar la pobreza, la fantasía y la injusticia del mundo, un film de ciencia ficción para recuperar la identidad de Italia. Italia había sido ahorcada como una cerda en la plaza pública y ya nadie sabía qué era Italia. Tuvo que venir el neorrealismo para recomponer el puzzle, para reescribir la historia: Mamma Roma, Ladrones de bicicletas, La terra trema, Il Bidone. Fue un milagro, pues las demás naciones sólo hicieron chorradas: publicidad (norteamérica), martirios (rusos), nada (ingleses y alemanes) y Silvia y el fantasma (1945) en Francia. El país pionero, el hogar del primer cine le dio la espalda al mundo, no fue una hija de Lot. Por eso, el cine se subió al coche para huir a Italia y vivir su otra edad de oro: Rossellini, Visconti, Antonioni y Fellini resucitando a Ovidio, Virgilio, Dante y Leopardi. Lo raro es que lo consiguieron sin grabar el sonido: sólo con la mitad del cine, sólo con imágenes. Precariedad milagrosa. Timadores, pescadores, decadentes, revolucionarios, ladrones, niños, espíritus, monjes y viejos seniles fueron los héroes de este viraje del cine hacia la verdad. Viaje a Italia. Te Querré Siempre.









 

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