sábado, 28 de abril de 2012





NUMÉRO DEUX
(1975)

Jean-Luc Godard





Hay una cosa que tenemos
que hacer antes de nada
 ¿El qué? Follar

Eyes Wise Shut. 
Stanley Kubrick



Godard dice: 

Lo increíble es lo que no se puede ver.
¿por aquí se va la memoria? ¿y dónde se va?
se va, se va a un paisaje donde hay una fábrica
Asuntos familiares
¿por qué siempre quieres hacerlo así?
porque así veo lugares de ti, que nunca ves
mi boca sustituye a tus ojos
la orilla que aprisiona al río
unos miran por detrás y otros por delante
un asunto de mujeres; versos pornográficos
pieza feminista
progresivamente Venus se impone
todo un sistema social que nos viola


Godard enumera:

HISTORIA


MASTURBACIÓN (para regresar)


POLÍTICA


PAISAJE


FAMILIA


MERCANCÍA (hablar en silencio, ¿pero de qué?)


SEXO
   

SOLEDAD


FÁBRICA


PAISAJE


HISTORIA


Godard imagina:

la felicidad como una conquista
¿por aquí se va la memoria? ¿y dónde se va?
se va, se va a un paisaje donde hay una fábrica
¿dónde pasó todo esto?













viernes, 27 de abril de 2012




TOKIO-GA
(1983)

Wim Wenders





Existe una importancia tan vital en ciertas obras, que éstas inventan por sí solas, formas de hacer muy personales que acaban constituyendo un estilo propio, un estilo que acaba siendo común a ciertos creadores, pero no por imitación, sino por generación espontánea. Tal vez sea más sencillo decirlo así: estamos conectados a una enorme mente que enseña cómo hacer ciertas cosas de una cierta manera. Wim Wenders tenía 38 años cuando viajó a Tokio en 1983 para buscar los rastros que quedaban de ese pequeño mundo que dejó filmado Ozu; no encontró apenas nada, sólo un mundo esperanzado en una especie de apariencia ficticia que lo salvaría en el futuro. Yo nací en 1983 y hace un par de años viajé a Shanghai (una ciudad muy parecida actualmente al Tokio de los 80´) para filmar una película sobre lo que debía ser ese futuro y de qué manera se había materializado. Cuando filmé la película en Shanghai, yo aún no había visto la película de Wenders. Cuando vi la película de Wenders, comprendí que había filmado un correlato de su idea y un correlato su forma, sin saber nada de antemano, sin saber nada de Tokio-Ga. Bueno, mi película no importa, lo que que me interesa es darme cuenta de cómo las acciones se relacionan en el espacio, o sea, que puedo llegar a pensar, que la idea que me llevó a filmar la vida en Shanghai, no es una idea exactamente mía, sino que es como mínimo, una idea de tercer nivel o de tercer estrato en cuanto a Ozu, en cuanto al cine, en cuanto a una política de acción. No quiero desviar la atención, no hablo de comparaciones, sino que intento hablar de por qué un creador habita un lugar y lo filma constanemenete, sin saber muy bien por qué lo hace, sí, esta claro que con una primera intención, con un ligero leit-motiv que le empuja, pero que luego se transforma rápidamente en la contemplación pura de lo que rodea un lugar concreto de la Tierra, en donde ya no es el tema del otro, o sea d yo ser el otro para ver al otro, sino algo más parecido a decidir las características de nuestra posición frente al otro.
Dicen que el mundo ya está filmado y que por eso, ahora se lo debe transformar, que ya no vale con mostrarlo, con decir: esto está aquí, esto está allí, esto es así, esto es asá, ya no vale, ya no sirve, no alimenta, como si ahora el mundo fuera una televisión donde el público se sabe los canales de memoria, las palabras de memoria, la muerte de memoria (la muerte de la memoria).
Ozu filmaba todas sus películas a una altura muy concreta, a saber, a ras de suelo, intentando dejar claro cuál era la distancia y el lugar desde donde él entendía las cosas, desde donde él quería que se viesen, para conservar una esencia que existía en otro tiempo, una forma de moverse, de sentarse, de saludar diariamente, en definitiva, en una especie de intento de capturar lo que permanece pese a todo.La posición que elijo de las cosas frente a mí, transforma de por sí la realidad o simplemente la acompaña en sus constantes mostrando cómo el infinito es algo real que va pasando de unos a otros en forma de casualidades, de formas simultáneas que seguramente pertenecen a las leyes naturales del universo, pero que nosotros ni conocemos, ni podemos comprender.






AMERICAN MOVIE 
(1999)

Chris Smith





La verdadera historia del cine es invisible-
 la historia de amigos que se encuentran,
que hacen lo que aman.

Jonas Mekas 


¿Son todas las películas ficciones? ¿Qué hay de verdadero en lo falso? Cojamos algo sencillo y elijamos una breve acción donde las cosas se muevan, ¿qué es lo que aparece? Veamos: parece una representación de nuestros deseos, sin saber que son nuestros, porque realmente, nunca los habíamos visto antes, de forma tan clara. Bien. Ahora inventemos unos elementos que parezcan reales, que vean la tele, que conduzcan un coche, que tengan hijos, que se visiten unos a otros. Así tendremos ya un movimiento y una relación de acciones que nos dará otra cosa. Bien. Ahora, dejemos al conjunto hablar, quedarse dormido, desesperarse. Bien, miremos atrás, ¿en qué punto hemos perdido el control? ¿en qué momento todo ha empezado a funcionar por sí mismo, a hablar sin control? Nuestros deseos están ahí, pero nos hemos dado cuenta que ellos también son falsos o al menos no son lo que siempre creímos, y sentimos por primera vez que alguien nos ha traicionado sin saberlo y sentimos que las películas se han transformado en una especie de William Wilson, la historia de la sombra y su dueño, la clásica historia del doble; un cuento de terror. ¿Dónde nace nuestro doble?¿qué son las películas exactamente, cuando las llenamos de una representación sui géneris de nuestra propia existencia? ¿quién existe finalmente? ¿quién sobrevive? Porque ahí está todo, lo que queremos hacer, lo que queremos ser, lo que no fuimos, nuestra idea del futuro y del pasado. Y entonces cogemos todo esto y hacemos una película, en la que aparecemos tal y como somos, tal y como nos hemos imaginado, llenos de ideas sobre lo falsa que es la realidad, sobre lo falsas que son las películas que siempre hemos visto y nos empeñamos en hacer creer que esto, lo que podemos hacer con lo poco que tenemos, es la realidad, somos nosotros y entonces, creemos que hemos vencido a nuestra propia sombra, la que siempre nos molestaba y de repente, recordamos algo que no encaja: el hecho de que nunca hemos leído ese relato de Poe, ese cuento de miedo que habla sobre la existencia de la amenaza del doble, en el que William Wilson cree haber acabado con su sombra, cuando lo que realmente ha hecho, es suicidarse.



Permitan que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí no debe mancharse con mi verdadero nombre. Éste ya ha sido el exagerado objeto del desprecio, horror y odio de mi estirpe. ¿Los vientos indignados, no han esparcido su incomparable infamia por las regiones más distantes del globo? ¡Oh, paria, el más abandonado de todos los parias! ¿No estás definitivamente muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honores, para sus flores, para sus doradas ambiciones? Y una nube densa, lúgubre, limitada, ¿no cuelga eternamente entre tus esperanzas y el cielo?

William Wilson
E.A.Poe



jueves, 26 de abril de 2012





SMOKING / NO SMOKING
(1993)

Alain Resnais






Existen una serie de gestos en la percepción de las cosas que nos hacen múltiples. ¿cómo cambian las cosas dentro del orden, dentro del caos? Siempre existen dos partes, dos mundos (a pesar del infinito), existe lo grande y lo pequeño, el positivo y el negativo, el tú y el yo. No somos más que una carambola gastando nuestra última moneda, cerrando los ojos, esperando no ver lo que sabemos, vamos a ver en realidad: que todo fluye y no podemos hacer nada, nos chocamos con lo más inesperado de las cosas y eso, a pesar de nosotros, se transforma en lo más definitivo a fin de cuentas.
Smoking/No smoking es una comedia enmascarada que ha engañado al cine, que se ha entretenido con las posibilidades para dejar algo entre la niebla, que no se llega a ver del todo, algo que está ahí, muy cerca, muy extraño; algo que nos llama, hablando de nosotros. Alain Resnais vacila al cine y hace una película filmando dos, es como si pudiera dirigir a un cuerpo y a su espectro de la misma manera, para llegar a convencerlos de que son la misma persona.
El cine de Alain Resnais es múltiple, protéico, tan distinto a sí mismo como a lo demás, creando enunciados únicos llenos de espacios vírgenes donde poder ser libre. Como en todas sus películas, Alain Resnais vuelve a ser el gran esteta, el gran formalista experimental de siempre, contando historias de terror muy misteriosas, muy de otro planeta, con lenguajes tan distintos, que a veces creemos comprenderlos y decimos: ah, esta película va de esto, pero nunca va de lo que realmente pensamos, porque las películas de Resnais siempre van de otra cosa que no es la historia que se cuenta, sino de un secreto que nadie sabe y que nos hace reír.





miércoles, 25 de abril de 2012

       

GUMMO
(1997)

Harmony Korine





Para entender esta película, antes habría que entender otra cosa, una cosa muy sencilla: ¿por qué se hacen películas? o mejor dicho, ¿por qué Harmony Korine hace películas? Siempre que éste director filma se abren todas las puertas, quiero decir, se ve todo lo que nunca se quiere ver, espacios invisibles, personas imaginarias llenas de realidad, personas reales en un universo paralelo, en este caso Ohio, un Ohio casi inexistente para nadie, menos para ellos, los personajes y para el director californiano, H. Korine, que les filma elevados a la enésima potencia, pasando de momentos fuertemente oníricos a otros cotidianos y superficiales. Es un director empleado en la acción, entrenado en ella, uno de esos que sale fuera porque ha comprendido que el mundo es del hombre y el hombre puede hacer lo que quiera con su vida. Gummo es una película libre, con personajes outsiders de fábula que hacen de la vida un lugar habitable, un mundo de loosers perdidos en el cosmos para siempre, viviendo en medio de todos los universos. Gummo es una película sin duración, fragmentaria, salvaje, con un discurso enorme, sintetizado en personas muy pequeñas, en gestos ligeros, travesías sin importancia, cuerpos desnudos que viven su propia aventura. Por esa razón Gummo es una película de muchas películas, de todas las que se forman en las mentes de sus personajes; sus deseos, sus mentiras, su eterna infancia. 
El pueblo (Xenia, Ohio) se transforma en una tierra de extraños deseos, de sueños rotos sin nacer, de criaturas increíbles que representan un papel imaginario, donde cada uno es su héroe principal, donde todo se experimenta de una forma entre lo grotesco y lo naif, entre los monstruos y los días.
No hay nadie por la calle, sólo ellos, el personaje coral que llena la película con diminutas acciones que van de un lado a otro sin historia, sin recuerdos, sin miedo, donde las personas adultas no existen y sólo queda algo así como un sentimiento invisible que habla de un verano donde las vacaciones nunca terminan, un lugar parecido al País de Nunca Jamás como si Nunca Jamás ya hubiera desaparecido para el mundo y para las hadas y los supervivientes habitaran en Gummo, un Vietnam de los sueños.
Gummo es una de esas películas que se mantendrán vírgenes con el paso del tiempo, que siempre serán un refugio para ciertos espíritus, para ciertas ideas sobre la vida, y que seguirá hablando sin descanso sobre de qué va todo esto, de qué va el cine, cual es su forma, cuál es su contenido, donde pervive, por qué es necesario. Gummo ocupa un nivel esencial en la historia del cine, un nivel metafílmico, si se quiere, sobre cómo mirar las cosas que no se miran, sobre cómo filmar lo que no existe, lo que está en el exterior de nuestro interior; Gummo son entrañas metafísicas, rayos X con los que vemos los deseos de la nada a través del cinematógrafo.
Harmony Korine hace películas para que cosas como Gummo existan, para que los fantasmas salgan a la luz, para que los niños tengan un lugar donde jugar, aunque el patio de recreo sea el mismísimo limbo, un sitio donde Peter Pan se coloca con pegamento y donde se matan gatos todos los días para poder vivir.










THE DEVIL AND
DANIEL JOHNSTON
(2005)

Jeff Feuerzeig



Daniel Johnston no es un músico, ni un cineasta, ni un dibujante, ni siquiera es un poeta; tal vez y a pesar de su leyenda, Daniel Johnston sólo sea un obsesivo plagiador de formas y estilos. No obstante, ya lo dijo Gogard: no se trata de dónde cojas la cosas, lo importante es dónde las pongas, y en eso hay una cosa clara, Johnston sabe colocar sus obsesiones de forma muy especial. Dicen que Daniel Johnston es el mismo diablo reencarnado en un chico de Sacramento, California y eso es algo de lo que muy pocos pueden presumir (o que muy pocos pueden resistir) porque seguramente, en ese estado de cosas, sólo los enteramente sinceros pueden permanecer en la brecha sin desfallecer, aguantando, como él lo hace, tan naturalmente, pues la herida quema sin cesar y como oportunamente dijo Roberto Bolaño: es algo que quema tanto que es imposible vivir allí continuamente, es imposible, te abrasa, sólo puedes estar un ratito. No se sabe cómo, pero hoy Johnston sigue tocando sus canciones como cuando era un adolescente que quería ser más famoso que Jesucristo y los Beatles a la vez. Si hay alguna razón por la que aún no está muerto, es porque sólo el mismo diablo es inmortal y por eso, dicho ser, hoy, ha adoptado el curioso seudónimo de D.J., un chico de Sacramento, California, que no para de repetir enigmáticas frases como Once upon a dream...
Tal vez hubiera sido un gran artista en cualquier otra disciplina, pero como se empeñó en encarnarse en el mismo Satán, tuvo que hacer creer a todos que era cristiano, un cristiano que se había vuelto loco y que no paraba de cantar. La mayor locura de Johnston es asumir su papel de profeta imposible y llorar en los bares después de tocar alguna de sus canciones naif, al ver cómo todos le aplauden y le sonríen, sin que él pueda llegar a entenderlo del todo. Desde el escenario, con la mirada vacía, -con la misma mirada que seguramente tuvo Ian Curtis o Kurt Cobain antes de suicidarse-, seguramente se pregunta por qué la gente asiste a sus conciertos o por qué los museos le piden que exponga sus dibujos y cassetes con grabaciones de su madre echándole la bronca; él sólo quiere un poco de amor y los demás se empeñan en transformarle en una leyenda. 
Sólo hay que escuchar sus primeras grabaciones en cintas de microfilm: honestidad, honestidad, honestidad como ley primera, eso es Daniel Johnston y no canciones o dibujos underground, y no música postpop, sino una actitud de resistencia, una política de vida inquebrantable, de delirios, lucidez y soledad ante la mentira que invade la existencia. Hay que ser justos, Daniel Johnston nunca fue un cualquiera, siempre quiso transformar su vida a través de sus acciones; sabía que su vida debía ser diferente, pues él sentía ser diferente y por eso quería escapar de lo que le rodeaba, de lo que cualquiera rechaza: el fracaso, y ante esto, misteriosamente, no hizo otra cosa que filmarlo, que cantarlo, que escribirlo y dibujarlo con ahínco, dejando claro qué es lo que le gustaba y lo que no le gustaba de las cosas, de qué tenía miedo y cuáles eran sus deseos, y por eso Daniel Johnston es importante, porque es un canal hacia otro sitio, un lugar que no conocemos, porque él es un ser extraño pero muy real dentro de un mundo real e idénticamente extraño. Él no quiere desaparecer sin más y necesita dejar su huella de Dinosaurio infantil y sentir que alguien le quiere, sentir el amor que nunca ha podido sentir y gritar lo más fuerte que le sea posible para que todos sepan que la vida puede ser hermosa y que también puede ser una auténtica mierda para un chico como él, un chico que se ha hecho mayor, un chico de Sacramento, California, que se quedó atrapado en un delirio adolescente sin salida. 
Daniel Jonston es paradójicamente un poeta vitalista, alguien que dice sin miedo: My voice is a little horse / galloping lost through the woods / calling your name, Daniel Johnston es un diablo sin mente buscando el amor del mundo; un mundo perdido, imposible de recobrar. A pesar de ello, él ha demostrado que es un luchador con la cabeza abierta, un ser extraño soñando cosas horribles parecidas a un chico inocente llamado Daniel Johnston; un artista fuera del tiempo, una linda pesadilla andante, un outsider en duelo contra sí mismo, atrapado en una diminuta habitación cerca de Waller, Texas, sentado junto a un piano de cola cubierta de dibujos extraños que aparecen en sus sueños (si verdaderamente el diablo pudiera soñar) y que guían la ruta de la hermosa brecha que parte en dos su cráneo de animal fantástico; un agujero que siempre permanece abierto para quien quiera mirar en él y contemplar la locura.