jueves, 4 de marzo de 2021





Una Temporada en el Infierno


LA GOLFILLA
(1979)

Jacques Doillon
 
 

 
No hay ninguna verdad más verdadera que 
otra, es el pensamiento lo que importa
 
 Arnaud Desplechin
 

Todo ocurre en un pajar, en medio del campo, lejos de la muchedumbre, como todas las cosas inimitables. Con un estilo heredado del mejor Bresson y el más lindo Eustache, el extrañamente marginado cineasta Jaques Doillon practica su oficio de una manera maestra, dejando alucinado a cualquiera al impresionar una fabula maupasantiana en un marco de inquietante fantasía. Precursor de cineastas tan dispares como Yorgos Lanthimos o Bruno Dumont, Doillon consigue despojar de horror una muy probable tragedia perversa, para inventar un mundo metafórico de juegos invisibles donde cada paso es la oportunidad de crear un nuevo signo, una nueva ley que trastorne la naturaleza. La esencia de los gloriosos años 70' llega a su cima en este pequeño cuento de aldea, filmada de manera tan orgánica que parece andar sola, sintiéndose una ficción poderosa que engaña al público de tal manera que, el alma, se olvida de los problemas terrenales y es convencida  de que la infancia es más poderosa que cualquier otra fase de la vida. Ya advirtió Godard en 1977, cuando realizaba su increíble e irrepetible serie France/tour/detour/deux/enfants, de la carestía de películas sobre niños que albergaba el cine, o lo que es lo mismo, films centrados en el gesto, el lenguaje, los juegos: el pensamiento. Truffaut lo intentó en su irregular L'argent de poche (1976) y Chaplin lo sublimó en The Kid (1921), pero la cosa no es nada fácil, si no revisen la supuesta obra maestra de Charles Laughton, su rimbombante La noche del cazador (1955), para corroborar las sospechas. La Golfilla parece ser un cruce entre Ser y Tener (2002) de Nicolas Philibert y The Trouble with Harry, estrenada el mismo año que la de Lord Laughton. Nada es casualidad. De ahí que en 1983, cuatro después del estreno del maravilloso film de Doillon, un joven Víctor Erice realizaría su mejor película: El Sur, oscuro trasunto infantil, derivado de su misterioso primer film, El espíritu de la colmena (1973). Erice, en los 80’, ya se encaminaba hacia la oscuridad y el tenebroso túnel del cine de fin de siglo que desembocaría en las sombras del XXI, aunque esa ya es otra historia. Volviedo atrás: minimalismo, naturalidad y un talento endiablado hacen de La Golfilla una obra atemporal, de una frescura tan viva que hoy mismo parece sacada de la cartelera de las mejores películas independientes del año. Es un enigma que en su día no se le concediese ninguna prestigiosa distinción o excepcional comentario; a veces las cosas más importantes pasan desapercibidas. Lo bueno del cine es que permanecen y que siempre habrá alguien que las volverá a mirar.

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